126)NO VEO DIFICULTAD ¿POR QUÉ TANTA PREOCUPACIÓN? ¿NUNCA LES DARÍAS EL ALTA?

126) De acuerdo. Es lógico que cuando alguien considera que debe acabar, se vaya, ¿no? No le veo la dificultad. ¿por qué te genera tanta preocupación? ¿nunca les darías de alta?

 

No niego que me genera una cierta preocupación, e incluso un cierto enfado, debido posiblemente a que esos aspectos míos de exigencia y de perfeccionamiento, son escondites en los que también se amaga un trasfondo de prepotencia u omnipotencia infantil o al querer abarcarlo todo, que es otra forma de decirlo. Me imagino que la idea de finalización es compleja. No nos suele gustar hablar de ella, e incluso percibo que también aquí, a ti y a mí, nos cuesta, ya que la entrevista se torna un tanto inacabable, ¿no? Pero más allá de lo que cuesta, al mismo tiempo percibo que hablar de ello me entristece. Y es porque ver que las personas tenemos tantas y tantas posibilidades y que en muchas ocasiones optamos por abandonar, por interrumpir procesos que, de superarlos, nos abren nuevas vías de obtener satisfacción en la vida, me pone triste. No dudo que mi experiencia personal de años y años de trabajo personal, tanto a nivel individual como grupal, esté detrás de todo esto. Entiendo que cada cual es muy libre de hacer con su vida lo que quiera. Pero cada día tengo más claro, y en esto quizás voy a contra corriente con los vientos actuales, que sólo aprovechando a fondo los recursos que hemos sido capaces de desarrollar, podemos llegar a saborear plenamente todo lo que hacemos en la vida. Y eso requiere tiempo. Y aceptar también que el tiempo es limitado y que en algún momento las cosas se acaban.

 

El tema de la finalización es complejo. Por ejemplo, si acudimos a Slavson (1976), comprobamos casi con sorpresa que no aparece ningún capítulo dedicado a ello. Yalom (2000), si bien trabaja el tema de la muerte que es algo cercano a la idea de finalización, no recoge en sus textos nada que nos permita pensar sobre este momento evolutivo del grupo. Es cierto que en su trabajo junto a Vinogradrov (1996) aborda el tema de los abandonos, por ejemplo, pero lo hace desde el prisma de los problemas especiales con los que nos podemos encontrar. Sin embargo, aparece el tema en el trabajo de Guillem y Loren (1985) y en Kadis, Krasner, Winick y Foulkes (1974). ¿No te parece curioso? Da la sensación de que es un tema difícil de abordar. Y posiblemente lo sea porque finalizar algo, interrumpir su desarrollo, o sencillamente reconocer que hemos llegado al final de un recorrido, es duro. Y más cuando nos planteamos los tratamientos grupales desde una perspectiva de curación; curación desde la lectura de sanación, de que ha desaparecido cualquier vestigio de enfermedad. Y, como muchas veces se nos recuerda, en medicina más allá de la gripe, pocas cosas curamos.

 

Dice Guillem y Loren, el planteamiento de la terminación de un grupo terapéutico de inspiración analítica nos remite inmediatamente al concepto de curación. (1985:103) Ahora bien, si esto está algo más claro en medicina en psicopatología las cosas son bastante más complicadas y que el psicoanálisis de Freud abandonó muy pronto el interés por los síntomas para centrarse en los conflictos subyacentes a los mismos, constatando la dificultad para su solución, sobro todo a corto plazo (ibídem:103). Y como la idea de curación es algo que no podemos ubicar en el terreno psicopatológico, deberemos pensar en términos de recuperación o de modificaciones de la estructura psíquica que posibilitan un vivir mejor. Para ellos habrá “curación” cuando, a la par que desaparecen los síntomas patológicos que condujeron al paciente al tratamiento, tiene lugar una cierta reestructuración de su organización defensiva y adaptativa que le permite una mayor capacidad y goce en el trabajo, mayor creatividad, la posibilidad de decir “no” sin demasiada culpa o ansiedad, la capacidad de juego e interés por lo nuevo, el aumento de la capacidad de amar a los demás en su individualidad total y de ser amado en la misma totalidad, etc. Ambicioso proyecto, en efecto. (:104). Como podemos confirmar, ambicioso proyecto. Ambición legítima pero que por otro lado nos aleja de la realidad humana y nos acarrea mayores niveles de frustración. Y este aspecto que también lo detectamos en los programas sanitarios, en los empeños de buscar un modo de intervención (ahora los llamamos basados en la experiencia) que alivien el sufrimiento, en realidad tratan de eludir la compleja realidad humana, la complicada urdimbre de interdependencias que deben modificarse para poder señalar que alguien padece realmente menos y puede desarrollar una vida que le satisfaga suficientemente, no sólo a él sino a los que le rodean. Y por lo tanto al grupo social.

 

Kadis y colaboradores señalan que el agente curativo no es tanto la anulación de la represión y sus mecanismos de defensa aliados, como la anulación del autoengaño en relación a la identidad del propio yo. Un cambio de parecer o de actitud al respecto tiene resultados favorables inmediatos aunque las profundas fuentes de donde brota esta energía autodestructiva permanezcan inconscientes (Kadis y cols: 1974: 13-4). Es otro planteamiento. Poder llegar a darse cuenta del autoengaño en el que fácilmente nos constituimos es el punto a partir del cual, creo yo, alguien esta preparado para iniciar su marcha del grupo. Porque autoengaño es el funcionamiento en el que aparece una construcción falsa, el falso self, que actúa no sólo a partir de la imagen que cree que se tiene que dar según lo que las figuras parentales le han ido indicando, sino la que actúa a partir de una falsa creencia de sí mismo, en un modo deliroide o incluso delirante, aunque no estemos hablando de una situación psicótica. Fíjate que no pongo tanto la atención en la desaparición de los síntomas ni en el desarrollo de las capacidades yoicas, etc., aspectos que considero también importantes. Pero cuando somos capaces de poder darnos cuenta de cómo nos autoengañamos, de cómo mantenemos una idea casi delirante de quienes somos evitando acercarnos a lo que realmente somos, cuando nos damos cuenta de eso, creo que podemos comenzar a pensar que el tiempo de estar en el grupo toca a su fin. Otros autores señalan otros aspectos, claro.

Si atendemos a Scott Rutan y Stone (2001), los criterios clásicos para la terminación serían

  • Han sido analizadas las resistencias y la neurosis de transferencia con el resultado de un desarrollo más maduro del superyó y del yo ideal
  • Se liberalizan las defensas
  • Los instintos se descargan de manera socialmente más aceptable.
  • El paciente internaliza la capacidad de análisis del terapeuta.
  • El paciente desarrolla una mayor capacidad para la intimidad. (:334)

 

Es una forma de describir una serie de progresos tras los que lógicamente la persona dispone de mayores energías para poder desarrollar su vida plena. Estos mismos autores describen los criterios de Blanck y Blanck (1974) o los de Kohut (1971) en donde lo que se valora es el desarrollo del self, el grado de cohesión y coherencia, estabilidad del individuo.

 

De todas formas, y como he aprendido a partir de mi propio análisis personal, hay que seguir trabajando incluso en la misma situación de finalización, hasta el último minuto de la sesión. Eso supone que cuando alguien comienza a pensar en la posibilidad de poner fin a su experiencia grupal, nuestra tarea sigue siendo la de trabajar esta finalización independientemente de si hay o no fecha para ella. Si podemos y sabemos hacer eso conseguimos varios objetivos. De un lado incorporar la finalización a la propia vida. La muerte, las separaciones, forman parte de la vida y no hay que hacer de ellas un dramatismo especial. Por esta razón seguir pensando con una o varias personas que ponen punto final a su proceso sobre las razones que les embargan, seguir trabajando con los sentimientos que genera tal planteamiento en ellos y en el resto de las personas que permanecen en el grupo, tratar de conectar con otros momentos de separación  que a lo largo de su vida han tenido la oportunidad o no de vivir, es un beneficio para el grupo y para quien se va.

 

La finalización, si bien es una persona la que marcha, no es algo individual: es también del grupo. Esto nos aporta otra ventaja añadida. Aprender a despedirse de las personas, de las experiencias, tomar conciencia de los elementos que se activan en una separación supone poder elaborar no sólo la misma sino acercarnos a solventar esos elementos pendientes que quedan en el tintero y que no permiten que la marcha sea enriquecedora. Eso significa que en estos momentos de despedida, también hay que abordar el tema de los enfados. Enfados pendientes, cabreos parciales que han quedado mudos, decepciones que surgen de expectativas grandiosas, por ejemplo, respecto al tratamiento. Eso nos acerca a lo que serían también los grupos de duelo. Y en este sentido creo que es importante señalar que la vida o la muerte no son cosa individual, aunque quien se muera sea una sola persona. No creo que tengamos tanta libertad en escoger si vivo o muero. Creo que es una deformación de la actual civilización en la que lo individual prima sobre lo grupal. La vida y la muerte nos pertenecen en tanto que miembros de un colectivo, de un grupo. Si alguien se suicida, por ejemplo, no sólo él se mata, sino que esto afecta, matando en cierto modo, al grupo familiar al que pertenece que queda dañado durante varias generaciones por ese hecho. Por esto, cuando uno se va, se va del grupo, se va porque le ha llegado la hora, debe despedirse, debe dar la oportunidad para que los lazos que nos interrelacionan y vinculan puedan ser recogidos.

 

Hablar de la separación, del libre albedrío que forma parte de la condición humana, de las consecuencias que tales decisiones suponen también para el grupo, de la presencia de fantasías poderosas que tratan de frenar el crecimiento en pos de un supuesto nivel de perfección o salud, supone posibilitar mediante la Función Verbalizante, que cada uno de los miembros del grupo acepte las limitaciones de la propia condición humana.