03 Ene Momentos complejos
Estamos en momentos complejos. Varias son las circunstancias que, a mi entender, están incidiendo en la dinámica del grupo. Una de ellas es el momento del año: se acerca la navidad, las fiestas de fin de año. Y aunque no parezca que deba afectarnos, afecta a todo el mundo. Suele ser frecuente que en esta época muchos pacientes se planteen el abandono de los tratamientos, o su finalización. Y si bien es una idea legítima y que uno se plantee la finalización de un tratamiento cuando le dé la gana, también entra en la posibilidad de plantearse por qué ahora y no en otro momento. Las razones suelen ser del tipo «bueno, es momento de fin de año» « quiero empezar una nueva vida» «año nuevo, vida nueva», y otras ideas semejantes. Pero cuando uno afina el oído, se da cuenta que tras esas ideas lo que se percibe es justamente una serie de razonamientos que hablan de los temores que suscita «una nueva vida», por ejemplo. Y eso que lo denominamos así, con frecuencia viene vinculado a modificaciones que pueden ser importantes y ante las que uno tiene un cierto… temor o miedo.
Por otro lado, en estos momentos estamos haciéndonos las fotos de la Orla. Inevitablemente es el anuncio del fin de la carrera. Y esta foto junto a los planes que tenemos del «Viaje de fin de estudios» es otra cosa que nos recuerda que nuestra vida de estudiantes se acaba, que pronto vamos a tener que tomar y asumir responsabilidades más adultas, más autónomas. Ganarse la vida, buscarse trabajo como psicólogo o como lo que sea para poder ir perfeccionando mi formación profesional, apuntarse a cursos preparatorios de exámenes del PIR, o decidirme a determinados Másteres que me ayuden a seguir formándome y prolonguen, en cierta medida, mi vida de estudiante. Estas son algunas de las determinaciones que nos vamos a ver obligados a tomar. Son pues momentos duros para todos vosotros.
Por otro lado, nuestro espacio se ha modificado un poco. Ya no tenemos tantos recursos «teóricos» sobre los que hablar, sino que se nos plantean ejercicios que confunden; confunden porque, entre otras cosas, rompen con la idea que nos hemos hecho de lo que es un paciente. De alguna forma, la candidez con la que nos hemos ido formando, anunciaba un paciente que venía con las ideas claras, con unos planteamientos que nos iban a facilitar la comprensión del caso, y unas intervenciones profesionales que serían claras, concisas, con los objetivos delimitados y con «conclusiones» tras cada sesión.
¿Y qué os traigo?
Justo lo contrario. Personas que, como José, ni saben a dónde van ni de dónde vienen, que esquivan las preguntas que no quieren contestar, que nos generan unos sentimientos insospechados anteriormente; o sesiones como la del otro día, en la que no se veía ni objetivo claro, ni se podían clasificar las preguntas que hacía el profesional, ni se veía una conclusión determinante al finalizar la sesión.
Para colmo de males, vuestro profesor ya no ocupa ese puesto central en el grupo. Ya no se ubica en el puesto de ser el «responsable» de lo que sucede en el aula, sino que posibilita que el grupo genere lo que per se va a generar. Y cuando abandona, voluntariamente, ese rol, ¿qué se ve? Que las persianas pueden permanecer cerradas buena parte del tiempo de clase, que el desorden en el que nos sentamos es manifiesto, que no sabemos por dónde empezar una conversación, que a la que se deja un espacio más libre emergen voces que señalan, apuntan, insinúan, algunas dificultades que existen en este como en todo grupo.
Y esto no agrada.
No cumple la imagen previa a la que nos habíamos ido acostumbrando. Y esto se traduce en silencio; silencio que no es una forma de comunicarse precisamente. Y si bien hay silencios que pueden ser reflexivos, no todos los silencios lo son. Y los pactos secretos (que hable otro) se hacen más evidentes. Y esto asusta, inquieta e incluso enfada.
Y el enfado que cada uno tiene consigo mismo y con los demás es el mismo enfado con el que vamos a tener que lidiar en la vida profesional. Enfados, enfados infinitos, y que en ocasiones se encapsulan y no pueden articularse de otra forma que a través de síntomas y otras formas de pedir socorro.
Este es un escollo. Escollo que vamos a tener que superar de alguna forma. Quizás no esperando tanto del otro sino arremangándose cada uno y asumiendo que el grupo, como todo en la vida, depende también de uno.
Un abrazo
Dr. Sunyer.
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