La compañía genera sufrimiento
Esta idea tiene más que ver con lo grupal y reconozco que puede sorprender e incluso pueda no ser muy aceptada. He señalado que las personas sufrimos, y un aspecto del sufrimiento tiene mucho que ver con la relación con el otro. Casi diría que fundamentalmente tiene que ver con eso, con la relación con el otro. Ese otro al que necesitamos aunque al tiempo no deseamos ver. ¿Recordáis a Robinson Crusoe? Pues el buen náufrago tuvo que inventarse un personaje, Viernes, para poder tener compañía. Pero al tiempo, esa compañía, esa relación con el otro, nos genera muchos niveles de ansiedad y por lo tanto de sufrimiento. Ahora bien, ese sufrimiento es mayor cuantas más personas sean con las que me tenga que relacionar. Es decir, el grado de malestar que me puede generar estar con una persona es menor que el que tengo si debo estar con tres, cuatro… cincuenta o cien. ¿Y eso? Hay varias razones que ayudan a entenderlo y que constituyen fragmentos de ese sufrimiento.
Una. Cuantas más personas tengo delante más sufro por lo que pueden ver de mí. Es decir, como si la idea es que quienes tengo enfrente (o enfrentadas a mi…) me ven desde muchos ángulos, perciben muchas cosas. Y eso me genera malestar.
Dos. Al tener delante una persona tengo la sensación de que “controlo” más lo que le digo y lo que me dice que si tengo a más personas. En esta segunda situación hay más elementos que escapan de mi control, y esto me genera malestar.
Tres. Cuando tengo delante a alguien, hay cosas de este alguien que me recuerdan cosas mías, que en cierto modo reflejan aspectos de mi mismo. Pero al aumentar el número de espejos, la cantidad de elementos de mi persona que veo reflejados se potencia, y eso me genera malestar.
Cuatro. Cuando tengo una persona delante, puedo tener conciencia de aquellos aspectos por los que le puedo caer mal o que podemos disentir y, en consecuencia, puedo apañármelas un poco para evitar estos temas que me generan una cierta tensión. Pero al ser más, es mucho mayor el número de elementos con los que puedo disentir, y esto me genera malestar.
Cinco. Cuando me veo reflejado en una persona también veo que esa persona piensa en mí y me atiende: como si percibiera que se hace cargo de mis cosas. Pero al haber muchas, esas muchas personas, cada una de ellas se hace con cosas mías y pierdo la sensación de unidad. Es como si me fragmentara, como si estuviera hecho a pedazos. Y esto me genera malestar.
Seis. Cuando estoy con alguien no siento que mi identidad corra peligro. Soy quien soy y me enfrento con mis habilidades a lo que vaya sucediendo. Pero cuando son muchas las personas que hay ahí, siento que mi identidad corre peligro, como si pudiera dejar de ser quien soy. Y esto me genera malestar.
Siete. Cuando estoy con alguien puedo tocar un tema y en cierto modo el diálogo que se vaya generando queda bajo un cierto orden, y presenta una cierta coherencia. Pero cuando estoy con varias, siento que el tema se diluye que podemos pasar de un tema a otro, que va apareciendo como un caos del pensamiento. Y esto me genera malestar.
Ocho. Cuando estoy con alguien me siento más o menos seguro. Me mira y yo le miro. Pero cuando estoy con varios no siento que me miren, no me siento recogido por las miradas de los demás. Es más, cuando se habla, siento que no me hablan a mí sino a otros. Vamos ¡que me siento hecho una piltrafa, el patito feo del grupo! Y esto me genera malestar.
Estas son ocho de las muchas razones por las que es complicado y difícil trabajar en grupo, establecer vínculos con mucha gente. Y estas ocho creo que también estaban presentes en el primer día del seminario.
Un saludo.
Dr. Sunyer
Los comentarios se refieren a las sesiones que he realizado con los profesionales que han acudido al curso que organizó la Diputación de Barcelona.