49) ¿Qué otras formas de intervención sí podrían considerarse psicoterapias de grupo con orientación psicodinámica?
Ya en una pregunta anterior te describía los diversos valles que conforman la orografía de este territorio, por lo que temo que me voy a repetir un poco. Creo que, en realidad, hay tantas clasificaciones como estilos personales se van desarrollando y que, en muchas ocasiones, podríamos explicarlas como consecuencia de las influencias que cada autor de referencia ha ido teniendo en cada profesional a lo largo de su vida.
Varias son las clasificaciones que encontramos en la bibliografía. Desde el planteamiento psicoanalítico hay un primer camino que se bifurca en dos no excesivamente dispares. Por un lado lo que se llama Psicoanálisis en grupo, representado por Wolf y Schwartz; y por otro, la Psicoterapia Psicoanalítica de grupo, representada por Slavson. Ambos están anclados en el psicoanálisis pero mientras los primeros se centran muy ortodoxamente en el individuo, el segundo utiliza algo más el grupo considerándolo como parte integrante del trabajo a realizar. Una segunda línea sería la que se centra en el conflicto que se expresa en el grupo como una globalidad, considerándolo como el resultado de los conflictos individuales que quedan así, manifestados. En esta segunda línea de pensamiento podemos incluir a Bion, Ezriel, Anzieu, Kaës, etc. Finalmente, aparecería una tercera forma de entender las cosas que es la que surge a partir de Foulkes y con el posterior desarrollo del Grupoanálisis. De hecho este planteamiento al que intento adherirme, o quizás más exactamente, en el que deseo ubicarme, bebe no sólo del Psicoanálisis sino de la Sociología y de la Gestalt y aborda el análisis de las personas por el grupo y en el grupo, incluyendo al conductor.
Es curioso pero tengo la sensación de que uno se ve obligado a ubicarse rápidamente en una posición determinada, cuando este tema es más complejo de lo que pueda parecer a priori. En mis experiencias docentes universitarias, he podido observar que los alumnos se sienten agobiados por una urgente decisión que supuestamente deben tomar: ¿a qué corriente debo alistarme? Es una pregunta que alude a un montón de ansiedades y parece que se les calma la tensión cuando deciden a qué territorio del pensamiento pertenecen; como si de una afiliación, un alistarse o entrar en una organización o secta se tratara. En realidad, a lo largo de la vida vamos ocupando zonas diversas en la medida en la que somos personas curiosas, ávidas de ir aprendiendo de la experiencia y si tenemos un cierto grado de curiosidad intelectual y estamos abiertos a nuevas experiencias. En este sentido la experiencia parece indicar que nuestras elecciones no son tan libres y voluntarias como desearíamos, sino que, afortunadamente, están muy condicionadas por las experiencias personales, el estilo de cada uno, y las influencias que va recibiendo del entorno intelectual y profesional en el que se desarrolla. Y en el terreno de lo grupal nos encontramos con algo similar: parecería que debiéramos afiliarnos a una tendencia concreta cuando en realidad lo que sucede es que cada uno de nosotros se va situando a partir de su propia experiencia y de los grupos con los que convive. En este sentido creo que las experiencias clínicas que cada profesional va asimilando son las que le van ayudando a ubicarse en determinados espacios del pensamiento grupal.
Propongo centrarnos en cuál es el objeto de estudio, dónde se ubica el profesional ante él, qué aspectos de ese objeto le interesan y dónde queda el grupo ante todo ello. Cogiendo estos cuatro aspectos, encontramos una primera forma de abordar que habitualmente se la conoce como “psicoanálisis en grupo”. Sus representantes más destacados –y probablemente los primeros en ello– son Wolf y Schwartz. Para ellos el objeto de estudio es el individuo. Para este estudio el profesional –el psicoterapeuta–se ubica distante del objeto. Lo que sucede es que al trabajar en grupo, este o estos psicoterapeutas tienen ante sí a diversos objetos –los pacientes– a los que analizan en la situación grupal. ¿Qué del objeto les importa? Aquellos aspectos de su mundo interno que han quedado reprimidos y a los que hay que liberar. Y ¿dónde queda el grupo? El grupo es un coadyuvante al tratamiento. En realidad, grupo tal como lo concebimos no existiría: lo que sí aparece es un conjunto de personas que son analizadas individualmente pero estando las demás presentes. Su presencia ayuda en tanto que lo que se analiza en una puede servirle a otra.
En esta posición el grupo adquiere, pues, un rol de coadyuvante en el tratamiento, siendo el individuo el objeto del mismo. Esta modalidad de trabajo atiende básicamente al sujeto individual, que es el objeto de tratamiento. El terapeuta, el analista o psicoanalista en este caso, es un punto de referencia importante porque acaba siendo en el depositario de los elementos transferidos por el paciente. Para ello precisa ponerse en una posición un tanto distante, asemejándose a la que adopta el psicoanalista respecto a su analizado. ¿Dónde estaría ubicado el conflicto psíquico? Claramente en el individuo. Y como es de las primeras formas de abordaje grupal desde el psicoanálisis, el marco desde el que se trabaja fundamentalmente es la visión freudiana del mismo. Entre los más destacados representantes de este enfoque tenemos a Wolf y Schwartz por un lado, y Slavson por otro. En mi opinión son posturas no exactamente iguales puesto que los primeros, Wolf y Schwartz, sólo piensan en el análisis del individuo en el contexto de un grupo, en tanto que para Slavson el grupo adquiere otro valor.
En el caso de Slavson, el objeto de estudio siendo el individuo éste queda más inmerso en el grupo del que forma parte. Su posición como analista es la de un ser que se presta a ser utilizado como elemento transferencial, analizando todos aquellos fenómenos y procesos psíquicos que se dan entre los pacientes y él. El aspecto del objeto que le atrapa más es aquel que tiene que ver con las relaciones que se dan entre los miembros del grupo, atendiendo a lo que le sucede a cada uno en relación a la situación grupal en la que se ubica.
Foulkes y Anthony (1964) hacen una clasificación similar a la que te ofrezco: La primera actitud sería la opinión de que el análisis de grupo es, ni más ni menos, el psicoanálisis aplicado en el marco grupal (…) el más destacado exponente de este punto de vista es S. R. Slavson quien denomina a su método “psicoterapia analítica de grupo” (1964:20). No mencionan a los otros dos que a mi modo de ver se ajustan bastante más que Slavson a la idea de aplicar el psicoanálisis a las personas que constituyen el grupo. Posiblemente en el momento de hacer esa clasificación, Foulkes y Anthony se sitúan en una posición más ortodoxa, como diría Dalal, y parece que ven al grupo como una unidad y por eso se muestran un tanto discrepantes con la postura del que fue el padre de la psicoterapia de grupo como tal. Dicen Foulkes y Anthony de él, Slavson parte de tratar al individuo en el grupo y es adverso al concepto “organísmico” y para reafirmar su postura recogen unas afirmaciones de Slavson para quien “es un error hablar del grupo como una entidad en terapia. Es siempre el individuo, y no el grupo como tal quien permanece en el centro de la atención terapéutica (…) el valor terapéutico más singular de tales grupos es la verdadera ausencia de formaciones grupales” (1964: 21). Creo que todos consideramos que es el individuo a la postre el que centra la atención psicoterapéutica; si bien las formas de ayudarlo pongan más o menos atención al grupo.
Parece cierto que para Wolf, Schwartz, y el mismo Slavson, que han sido los pioneros de esta propuesta de tratamiento, desde su comprensión psicoanalítica, el grupo es un instrumento que ayuda al trabajo de análisis individual proponiéndole a la persona, centro de la atención psicoterapéutica, las aportaciones y puntos de vista que provienen de otros miembros del grupo. Y también es cierto que la consideración del grupo es diferente para los primeros que para el segundo ya que para Wolf y Schwartz, los elementos transferenciales quedan ubicados sobre todo en el terapeuta en tanto que para Slavson aparece la transferencia multilateral.
En efecto, para Slavson existe un aspecto transferencial que va más allá de la relación personal con el profesional. Eso ya lo recogen Foulkes y Anthony (1957) en la siguiente cita nos aclaran que el más destacado exponente de este punto de vista es S.R. Slavson quien denomina a su método psicoterapia analítica de grupo, y la considera “con todo respeto” equivalente a la psicoterapia psicoanalíticamente orientada (…) de acuerdo con él, la transferencia en el grupo hay que considerarla multilateral (…) él ve el grupo constantemente en términos de grupo familiar de origen y, consecuentemente, clasifica la transferencia en parental, fraterna (…) el énfasis aquí se ubica en el efecto del grupo en el individuo y no tanto el efecto del individuo en el grupo (…) el grupo está pues al servicio de ser un fondo efectivo para cada persona, aliviando o intensificando sus respuestas.[1] (1957:17-8). Ciertamente no debe ser fácil abrir una vía diferente desde la comprensión psicoanalítica y ya mucho es que se hable de transferencia múltiple o que aparezca la consideración de los hermanos como elemento transferencial. Posteriormente, otros autores que ya comentaremos irán ampliando algunos de estos extremos.
Habría una segunda posición: la que surge de contemplar al grupo como objeto de estudio. J. Rickman, Bion, Ezriel, pero también Anzieu y Kaës pueden ser considerados como buenos representantes de esta forma de verlo. Si seguimos lo que opinan Foulkes y Anthony (1964) vemos que señalan que La segunda actitud está suscrita a la idea de que el análisis de grupo es simplemente psicoanálisis aplicado (…) uno de estos autores es Bion (…) también J. D. Sutherland y H. Ezriel (:23-9). Es decir, el grupo de personas que se reúnen se encuentra ante un problema común, problema que residiría en el grupo, siendo cada individuo el portavoz de un aspecto de ese problema grupal. Y lo que se contempla aquí es el cómo ese grupo lidia con la problemática que emerge en él: es decir, la parte del objeto que interesa es aquella que constituye la problemática del grupo –más allá de si ésta corresponde a uno o a más de uno de los miembros del grupo. En este caso, el profesional se coloca de forma similar a lo que hemos visto en la tendencia anterior, mostrándose distante para poder ver al grupo con una cierta objetividad y acabar siendo el punto central de transferencia. De hecho es un planteamiento bastante lógico, también dentro de un pensamiento psicoanalítico, si bien se produce un cierto deslizamiento desde las concepciones individuales a las grupales que le posibilita e incluso exige, desarrollar una teorización ajena a la psicoanalítica. El objeto de estudio es el grupo, o mejor, los problemas que el grupo tiene a tenor de las fantasías que genera por el hecho de estar en el grupo. Fantasías que incluyen la manera de disminuir la ansiedad que sienten. Los componentes deben trabajar para resolver lo que esta situación grupal les provoca. Y el conductor, psicoanalista en este caso, analiza el objeto grupal, e interviene en él en tanto que es el lugar de generación de fantasías colectivas. En este caso el grupo se convierte en el objeto del tratamiento y los miembros en coadyuvantes al tratamiento del grupo.
Finalmente, la tercera posición, es la que surge a partir de los trabajos de Foulkes, si bien, anteriormente, T. Burrow había realizado aportaciones que complementaron y posiblemente alimentaron la visión foulkiana. Dicen Foulkes y Anthony, Un tercer punto de vista es el planteamiento de, entre otros Foulkes, bajo el nombre de “Psicoterapia Analítica de Grupo” (Foulkes, Anthony, 1964:29) De hecho quien acuña la idea de grupoanálisis es T. Burrow y, en un cierto reconocimiento a ello, Foulkes prefiere hablar de terapia Grupoanalítica o Psicoterapia de Grupo Grupoanalítica respetando para Burrow el término Grupoanálisis. Creo que es importante señalar que este posicionamiento no hay que situarlo en un lugar intermedio entre las dos posturas anteriores como habitualmente he oído decir; sino más bien lo contrario: plantea una continuidad, una unidad, entre el sujeto individual y el grupo social. Entre la biología y la sociología. El grupo, conductor incluido, entran en un proceso de análisis de lo que sucede en el aquí y ahora grupal, en el que todo lo que se deviene es considerado como expresión, como comunicación entre los individuos que constituyen el grupo. Y lo define como “el análisis del grupo por el grupo incluido su conductor” o dicho de otra forma la terapia en el grupo, del grupo y realizada por el grupo (Pines, M.; Hutchinson, A., 1995:32). Aquí podemos mencionar a S. H. Foulkes, M. Pines, P. de Maré, y junto a ellos un buen número de profesionales de todo el mundo que no es el caso de enumerar. No obstante, de entre los más cercanos a nosotros sí quisiera mencionar a J. Campos, persona a la que me unió una gran admiración y de quien aprendí numerosas cosas. Desde esta posición el grupo es el agente de tratamiento, siendo el individuo y las relaciones e interacciones que se dan entre sus miembros, el objeto de intervención.
Como dije, existen otras clasificaciones, por ejemplo, la que aparece en la introducción del libro de Roy MacKenzie (1992). Es una tabla de doble entrada. Por un lado clasifica los diversos autores que recopila en su libro según su orientación: de Orientación Analítica (Wender, Slavson, Durkin, Redl, Scheidlinger, Schiffer, Glatzer y Stein); de Orientación del “Grupo como un todo” (Bion, Ezriel, Folies, Stock, Rioch, Horwitz), Centrados en la acción (Moreno, Jones, Berne y Rogers), y Empíricos (Pratt, Burrow, Lewin, Dreikurs, Corsini, Frank, Parloff, y Yalom). Estos mismos autores quedarían clasificados según la evolución de la psicoterapia en: Años de formación (Pratt, Burrow, Wender, Moreno, Bion, Lewin, Jones y Dreikurs); años de expansión teórica (Ezriel, Corsini, Foulkes, Frank, Slavson, Durkin, Berne, Stock, Redl, y Rogers); y finalmente, años de consolidación (Parloff, Rioch, Yalom, Schleidinger, Schiffer, Horwitz, Glatzer y Stein) Muchos de estos autores estarán presentes en las páginas posteriores.
Una tercera clasificación que he localizado es la propuesta por Rutan y Stone (2001). Estos autores distinguen entre cinco posiciones: las Aproximaciones al grupo como totalidad (W. R. Bion, 1960, H. Ezriel, 1973, S. H. Foulkes, 1948, Whitaker y Lieberman, 1964); las que provienen de la Teoría interpersonal (I. D. Yalom, 1985); las Aproximaciones intrapsíquicas ( S. R. Slavson, 1950, A. Wolf, y E. K. Schwartz, 1962); las que provienen de la Teoría general de los sistemas (Agazarian ,1997); y lo que denominan, últimos avances (H. E. Durkin, 1964, H. T. Glatzer, 1953, J. P. Gultafson y L. Cooper, 1979, Kernberg, 1975, Horwitz, 1977) (2001:14-27). Claro está que podríamos hacer unas cuantas clasificaciones más, ya que en el propio hecho de clasificar el que lo hace atiende a determinadas razones que son las que sostienen su forma de trabajar y de enfocar el tema.
Recientemente incorporo una cuarta clasificación. Ésta proviene de Schlapobersky y describe seis modelos que para él son fundamentales.
[1] Traducción del autor.