51) Has hablado de Slavson como el padre de la psicoterapia de grupo y también dices que fue un punto de referencia para otros autores, ¿a quienes te refieres?
Me refiero a los autores que, paralelamente o después de él, iniciaron tratamientos de psicoterapia grupal. Algunos como Shilder, Redl, Klapman desarrollaron su propia técnica de psicoterapia en la que con frecuencia había elementos de tipo psicopedagógico. Pero no otros. En este sentido conviene subrayar que cuando Slavson, y junto a él también otros autores, hablan de Psicoterapia Analítica Grupal , no trasladan tan fielmente la situación psicoanalítica al grupo como harán Wolf y Schwartz, sino que aplican las teorías psicoanalíticas a la comprensión de lo que les sucede a las personas que están en estos grupos. Este traslado supone aceptar algunas premisas del trabajo psicoanalítico, por ejemplo, la transferencia, la existencia de fenómenos inconscientes, los mecanismos de defensa…, pero no lo que sería la aplicación mutatis mutandi de la situación psicoanalítica al grupo o a las personas que en él están, como sí es el caso de estos dos últimos autores.
Antes de hablarte de otros dos autores de referencia importantes, Wolf y Schwartz, permítame que introduzca otros que también han sido relevantes aunque lo que se sepa de ellos no sea todo lo que desearía. Son autores mencionados de refilón por otros pero me parece que sus aportaciones tienen algo enriquecedor por tratarse de aspectos que salen de la visión psicoanalítica clásica aunque parece que tienen tensiones de fidelidad. Por ejemplo, en el trabajo de Guillem, P., Loren, J. A. (1985: 86) mencionan a unos autores que enfatizan la importancia de los fenómenos individuales y hablan de Psicoterapia en grupo; Slavson, (1953), Shilder, (1936), y Klapmann, (1946) dicen hacer psicoterapia en grupo, consideran que lo importante a trabajar en un grupo son las manifestaciones individuales de sus componentes y su técnica interpretativa va en este sentido. (1985: 89). ¿Quiénes son? Son autores que hablan de la psicoterapia en grupo (le han quitado el calificativo de analítica), pero siguen siendo fieles al pensamiento de Freud. Veamos un poco.
De uno de los autores recientemente citados, P. Shilder (Viena 1886- Nueva York, 1940), puedo decir que era afín a Freud quien lo invitó a adherirse al movimiento psicoanalítico en Viena, y con el que mantuvo una prudente distancia. Persona admirada, fue Director clínico del Hospital de Bellevue (NY) y colega de Wender otro autor de quien hablaré más tarde. Encontramos referencias de él en Slavson (1950) que resalta el estudio que realizó sobre la efectividad de su práctica grupal trabajando con pacientes neuróticos, y fue el primero que evaluó y describió el grupo de psicoterapia en términos de categorías clínicas y de diagnóstico. Limitó sus grupos a cuatro o cinco pacientes, siendo la asociación libre el elemento básico de su técnica así como el discutir los problemas entre todos los miembros, incluyéndose entre ellos. P. Shilder creía y se centraba siempre en la importancia de la claridad ideológica así como en el intercambio emocional. Consideraba importante descubrir y discutir los siguientes cinco aspectos:
Es decir, presupone la existencia de unas necesidades y tendencias en el ser humano que deben poder hablarse para tener mayor dominio de ellas.
De Shilder, otro autor cercano, Portuondo (1972), nos dice que fue quien primero aplicó en 1936 la técnica psicoanalítica a la situación de grupo, pero no vio el grupo como un todo (1972:20), es decir, que se centraba en los individuos. Como se estaba inaugurando una línea de trabajo novedosa seguramente no se atrevía a verlo como una iniciativa terapéutica con suficiente peso y quizás por ello considera la individual y la grupal como complementarias y sugería la utilización de ambas: los pacientes eran tratados una o dos veces por semana de forma individual y al tiempo en grupo de dos a tres horas de duración (ibídem: 21). Su formación psicoanalítica le llevaba a señalar que un aspecto importante era el insight, entendiéndolo como la habilidad de ver las estructuras del mundo real y actuar de acuerdo con dicho mundo (ibid: 21), y al tiempo que pide que asocien libremente, también introduce temas de forma sistemática y dirigida (:21). Parece que nos encontramos ante un pionero si bien no ha obtenido suficiente eco en la literatura que nos es conocida. Ahora bien, a través de Portuondo, vemos que aporta una idea que me parece muy interesante: define las ideologías como ideas y el sentido de las cosas que las personas necesitan tener para poder lograr una mejor orientación en su vida. En la discusión de las ideologías el terapeuta no puede permanecer aislado sino que debe revelar su propia ideología como también discutirla. (Portuondo, 1972: 21). Esa propuesta me hace pensar que Shilder considera que hay como un eje básico, como si se tratara de un cuerpo medular que articula el resto de los pensamientos y planteamientos de una persona.
Del conjunto de sus aportaciones habría que resaltar la del reconocimiento de la imagen corporal. Concretamente en su texto de 1935 (The image and appearance of the human body), propone la primera definición que se realiza sin recurrir a aspectos exclusivamente neurológicos. En su definición de imagen corporal se conjugan aportaciones de la fisiología, del psicoanálisis, la sociología, definiéndola como la figura de nuestro propio cuerpo que formamos en nuestra mente, es decir, la forma en la cual nuestro cuerpo se nos representa a nosotros mismos (Shilder, 1959) (Baile, J.A., 2002). Esta muy interesante aportación de la imagen corporal me hace pensar en lo que decíamos al inicio de la entrevista sobre la representación de la palabra grupo.
Otro de los autores que suelen ser citados en las referencias es Fritz Redl (1902-1988) y que ha sido incluido por McKenzie dentro del grupo de los que continúan la labor de expansión teórica, fue alumno de August Aichhorn, en Viena, el primer grupoanalista de adolescentes. Estuvo interesado, de la misma forma que Slavson, en la educación progresiva cuando llegó a América en 1936, y en Detroit estableció una red de clubes para adolescentes y participó en un programa residencial para jóvenes delincuentes (…) fue una figura influyente en la aplicación de las ideas Freudianas al formato grupal (McKenzie, 1992:207). Portuondo señala que Redl parte del trabajo de Freud de Psicología de las masas y análisis del yo, y a partir de él establece varios tipos de relación persona-grupo: el soberano patriarcal; el líder; el grupo con un tirano. (1972:23), y posteriormente nos introduce en lo que denomina mecanismos esenciales dentro del grupo (que coinciden con Slavson) (y que) son: la contagiosidad (los miembros del grupo tienden a identificarse unos con otros y tienden a establecer patrones de comportamiento similares), la transferencia; y la catarsis. (Portuondo, 1972:27). Este aspecto es recogido también en el trabajo que Redl publica en 1963, en el que describe lo que denomina los hechos de la vida grupal (McKenzie, 1992:208). Un primer “hecho” es lo que denomina el fenómeno del contagio y el del impacto. Pero aquí se permite ir más allá de lo que indicara Freud a partir de Le Bon, bajo ciertas circunstancias, un individuo puede incorporar rasgos comportamentales de otros individuos en una situación que no tenga ninguna de las condiciones que Freud postuló[1] (Mackenzie, 1992:209). A partir de ahí subraya, más allá de lo que el padre del psicoanálisis indicara, que hay otros elementos que suponen una imitación y no tanto una identificación con una figura de referencia. En relación al segundo aspecto, indica que el fenómeno del efecto impacto es igualmente difícil de explicar, en su aspecto específico, quiero significar el impacto que un miembro del grupo obliga a nuevas intensidades defensivas en otro miembro si bien la verdadera impulsividad le lleve a disculparlo (ibidem: 208) Estas palabras me hacen pensar en dos aspectos que se constatan en los grupos: los fenómenos de identificación proyectiva que se dan con frecuencia en las situaciones grupales, en las que uno o varios miembros parece que pierden por unos momentos la capacidad de pensar como consecuencia del impacto que les produce lo que un miembro dice o hace. Y el otro aspecto me lleva a reflexionar en las líneas de interdependencia vinculante que nos atan y condicionan unos a otros. La segunda característica de la vida grupal es el poder del “rol succionador del grupo” por el que se describe y se cuestiona acerca del hecho de que muchos pacientes parece que desarrollan una forma de actuar absolutamente diferente cuando están en un determinado grupo, indicando una fuerza condicionadora que proviene del propio estar en el grupo. Un tercer fenómeno que remarca es el poder de la estructura y código grupal en desarrollar una tasa de imposiciones y disculpas. Hace referencia al poder de la estructura grupal y sus códigos de funcionamiento. Estos también son elementos superyoicos que se negocian en un grupo y subraya en concreto el descubrimiento de que algunas personas al estar en un grupo pueden desarrollar una serie de pautas de comportamiento “normalizado” y ajeno al que desarrollan en la vida normal. Y el cuarto “fact”, como dice el autor, es la acción de apoyo ante determinadas sucesos y cosas. En este punto, Redl muestra su sorpresa respecto al apoyo ante decisiones y situaciones, vamos, el grado de tolerancia y apoyo.
Portuondo también recupera otra idea de Redl que son los factores de interrupción del tratamiento y que son Elementos que pueden perjudicar, obstaculizar o deformar el trabajo del grupo. El más dañino es el paciente narcisista. (Portuondo, 1972:27) Estos parecen aludir a lo que ya en otros autores aparece como elementos antigrupales (Nitsun).
También otro de los autores mencionados es Klapman, quien se sostiene mucho en las aportaciones de Redl, y de quien he encontrado también referencias en Foulkes (2005). De Klapman Foulkes dice que ve en la terapia de grupo, predominantemente un método de “reeducación afectiva” (Foulkes 2005:236); en efecto, uno de los aspectos que caracteriza su trabajo, aunque no el único, es el reeducativo. Y esto es por una razón: considera que las posibilidades de utilización del grupo son muy grandes y que deben adaptarse a las personas con las que se trata. De hecho, en su texto de 1946 propone tres técnicas de abordaje en función de la personalidad de los pacientes y en función de cada uno de estos grupos varía la presencia de técnicas más o menos activas, y técnicas que incluyen la reeducación de forma más o menos clara.
Como he dicho, Klapman (1946) estaba muy interesado en la obra de Redl de quien toma numerosas ideas y referencias entre las que encontramos la clasificación que antes mencionaba de las relaciones individuo–grupo. Siguiendo lo que nos dice Foulkes de él, la posición del terapeuta no era tan pasiva como se señala en otros lugares sino que el terapeuta de grupo debe evitar proporcionar material al paciente (…) el analista puede, en un caso ideal, esperar hasta que las producciones propias del paciente fuercen en él las comprensiones terapéuticas, pero el terapeuta de grupo debe presentar al paciente, de manera constante y con cierta agresividad, el desafío (Foulkes, 2005:237). Foulkes sigue hablando de él y señala que para Klapman ”la transferencia es el trabajo de base fundamental e indispensable” a partir de la cual se obtienen resultados clínicos y se originan otros dinamismos terapéuticos. De entre estos menciona: la catarsis, la objetivación, el aplacamiento de superyoes rígidos y las reorientaciones intelectuales (2005:237). Como se puede ver, van apareciendo una serie de conceptos que posteriormente emplearemos en el trabajo más clínico.
Leer el texto de Klapman (1959) ha sido para mí toda una experiencia, porque aún habiendo sido escrito y publicado por primera vez en 1946 aparece en él una definición de Psicoterapia muy actual. Dice, en la segunda edición de ese texto: la psicoterapia, como bien se sabe, procede de dos raíces griegas, una que hace referencia al siervo o al servir y ayudar, y la otra a la mente o psique. Desde esta concepción de la psicoterapia podemos considerarla como una forma de tratamiento de los trastornos emocionales, mentales y de personalidad por un terapeuta con el deseo de conseguir que el paciente o sujeto adquieran un nivel mayor de confort con su vida emocional y mental y también en las relaciones sociales.[2] (1959:VI). Tras esa idea, y aceptando la importantísima aportación de Freud, viene a señalar la importancia de incorporar otras técnicas que posibiliten el tratamiento de pacientes graves sosteniéndose en los hallazgos de Corsini que publicó en la revista Group Psychotherapy en 1957, en los que se evidenciaba que el factor terapéutico clave eran las características del profesional y que dividía las psicoterapias de grupo en tres bloques: el intelectual, el emocional y la centrada en la acción.
Para Klapman la psicoterapia es en último término un intercambio osmótico de conceptualizaciones cargadas de afectos, en tanto que el terapeuta está visiblemente menos alterado, y a partir de ahí se ayuda al proceso, se le acelera por la interacción y el consenso del grupo (1959:IX) y aboga por otros sistemas de abordaje grupal ya que es exigible desde el punto de vista terapéutico el desarrollo de terapias genuinas y creativas dirigidas por los denominados técnicas terapéuticas de menos importancia (:X)[3]. Releyendo las cosas uno descubre pinceladas curiosas. Me llama la atención lo del cambio osmótico porque si lo viésemos desde la perspectiva grupoanalítica –Klapman no lo era, claro– hay ello una idea que me lleva a N. Elias: homines aperti, ¿no?
Este hecho le coloca en una posición abierta en cuanto a lo técnico si bien recoje los nueve aspectos de Redl y que son considerados como factores terapéuticos (Dinámica grupal, Intelectualización y objetivación, Aprendizaje perceptivo, Contagio de la emoción grupal, Catarsis, Interacciones grupales, Clima grupal, Transferencia y Agrupamientos), e incorpora en su práctica con pacientes graves, elementos procedentes tanto de Rogers como de Moreno. La lectura de su texto, Lola, creo que nos permite tener una visión más amplia de las diversas combinaciones técnicas que podríamos realizar en los grupos.
Finalmente, hay otro autor interesante, L. Wender que fue uno de los que introdujo la psicoterapia de grupo psicoanalítica en los hospitales psiquiátricos. Mackenzie (1992) lo sitúa entre los primeros que utilizan el grupo, habiendo sido muy influido por Pratt, y aplica su técnica a pacientes hospitalizados, permitiéndose no estar tan presente como lo hicieran los primeros que aplicaron las técnicas de Pratt a pacientes con problemas mentales. Dice Foulkes de él: Louis Wender define su teoría como un enfoque psicoanalítico modificado y activo, en apariencia sólo aplicable en pacientes hospitalizados y en conjunción con la terapia individual (…) el director del grupo se convierte en la imagen paterna, las enfermeras en madres sustitutas, y los otros pacientes cumplen la función de hermanos (Foulkes 2005:238-9). Este lituano llegado a Nueva York a los 11 años, acudió, según nos informa McKenzie a seminarios de Freud y fue analizado por uno de sus discípulos y, siendo Director del Hastings Hillside Hospital en Hastings-on-Hudson (NY) organizó grupos de orientación psicoanalítica con pacientes con problemas caracteriales[4] (McKenzie, 1992:39). Diferencia su método del de T. Burrow ya que por un lado es un método para pacientes externos y es psicoanalítico en cuanto a la técnica, pero lleva implicaciones sociológicas y filosóficas en tanto que su método queda confinado al tratamiento de ciertos tipos de enfermedad mental no severa dentro de los muros del hospital[5] (Wender, 1936:54) Ejerce una cierta influencia en Slavson a quien le dedica una buenas líneas, retomando un cierto aspecto reeducativo que también era propio en aquel y proponiendo que temas como la represión, el inconsciente, la conversión, sublimación, ambivalencia, hostilidad, el complejo edípico, y la rivalidad entre hermanos son aspectos propuestos por el médico y discutido entre él y los pacientes[6] (Slavson, 1950:7). Es decir, combina una visión psicoanalítica con otra psicopedagógica.
Han sido pues cuatro autores que se permiten introducir modificaciones ajenas a la ortodoxia psicoanalítica, valorando aspectos que emergen del grupo y no necesariamente del individuo y ajustando sus actuaciones y propuestas a los pacientes con los que trabajan.
[1] Traducción del autor.
[2] Traducción del autor.
[3] Traducción del autor.
[4] Traducción del autor.
[5] Traducción del autor.
[6] Traducción del autor.