62) ¿Consideras que Carl Rogers como un autor dentro del movimiento de psicoterapia de grupo?
La verdad es que no soy quien para incorporar o excluir a nadie de la lista, aunque soy consciente de que no puedo incluir a todos los autores que o bien han desarrollado una técnica especial, o bien una línea de trabajo particular. Rogers tiene, para mí un atractivo especial, quizás por algún elemento biográfico similar. Quizás sea por el impulso que le dio a lo que se denominaría Orientación Psicológica (Counseling), pero también es verdad que las aportaciones de Rogers tienen un calado mayor que otros autores que utilizan la idea interpersonal. Por lo general a Rogers no se le ubica tanto en el terreno de la psicoterapia de grupo.
Carl Rogers (1902-1987), es uno de estos autores que tienen una cierta difusión en el mundo de lo grupal aunque, ateniéndome a lo que defino como psicoterapéutico, no acabo verle como tal. Nacido en Chicago inicia estudios de Agronomía en 1919 que abandona para estudiar Historia y luego Psicología. Según McKenzie, se formó psicoanalíticamente en Nueva York, y estando en el Rochester Guidance Center de Nueva York, se descubrió empatizando bastante con los sentimientos de los pacientes, aspecto éste que venía reforzada por la influencia de Ranck. (McKenzie, 1992:215) Fuertemente influido por K. Lewin es sensible a la diferencia entre el mensaje emitido por los técnicos y el recibido por el cliente (Schützenberger, A; Sauret, M.J., 1980:68), por lo que propone una modificación en la forma de atender a los pacientes, a los que denomina clientes, con el fin de acercarse lo más posible a su realidad interna. Por esta razón pone énfasis en tres aspectos: la capacidad que podemos tener en la “Experiencia del otro”, la “Relación auténtica y empatía” y en el “Crecimiento”, ideas que, como puedes ver, siendo expresivas y por lo tanto fácilmente aceptables, son sin embargo, difíciles de concretar. De hecho cinco son las condiciones necesarias y suficientes (coherencia, autenticidad, respeto positivo e incondicional, comprensión empática y transmisión de todo ello) y que vienen incluidas en estos tres aspectos señalados. Pero definen muy bien la calidad de la relación psicoterapéutica que se pretende desarrollar. Fíjate como en esa “relación auténtica” hay una aceptación muy total del otro, sin una actitud previa, como si de una “tabula rasa” se tratase.
Al hablar de la “Experiencia del otro” pone el acento en la importancia de aceptarle tal cual es (de ahí la idea de “centrado en el cliente”), una aceptación incondicional, un compromiso afectivo positivo, una forma de amor terapéutico (Schützenberguer y Sauret), desde una visión optimista del ser humano, entendido como un ser bondadoso en el que hay ausencia de maldad, que dista mucho de la visión psicoanalítica que incluye los dos aspectos. Por otro lado, al hablar de “Relación auténtica y empática”, se refiere a que el profesional debe establecer un vínculo transparente, verdadero, auténtico, lúcido con el “cliente”, conectando con estos aspectos personales (empatía), captando lo que siente, cómo lo siente, cómo percibe el mundo, vibrando con él para que a través de esa conexión el paciente (cliente), sintiéndose aceptado, pueda desarrollarse.
Este tercer elemento, el del desarrollo o mejor, el de crecimiento, parece que proviene de la vivencia de aceptación que surge al ver que el profesional rehúsa intervenir, juzgar, provocar o favorecer un determinado cambio. Considerando que el sujeto dispone de un potencial de maduración y desarrollo que se alcanza si desaparecen las interferencias que provienen de la vivencia de no aceptación (Shützenberger y Sauret).
En su trabajo grupal distingue varias fases: “Etapa de rodeos”, “Resistencia a la expresión o exploración personal”, “Descripción de sentimientos del pasado”, “Expresión de sentimientos negativos”, “Expresión y exploración de material personalmente significativo”, “Expresión de sentimientos interpersonales inmediatos dentro del grupo”, “Desarrollo en el grupo de la capacidad de aliviar el dolor ajeno”, “Aceptación de sí mismo y comienzo del cambio”, “Resquebrajamiento de las fachadas”, “el individuo recibe realimentación”, “Enfrentamiento”, “La relación asistencial fuera de las sesiones del grupo”, “El encuentro básico”, “ Expresión de sentimientos positivos y acercamiento mutuo”, y “Cambios de conducta en el grupo” (Rogers, C. 1982:21-51). El conductor se posiciona de forma que los miembros del grupo puedan irse sintiendo más y más autorizados a expresarse con libertad, aceptando las aportaciones de cualquier miembro del grupo y potenciando un clima de confianza y comunicación. De hecho, el conductor se considera aquí como facilitador.
A decir de Scout y Stone (2001), la mayor diferencia entre Rogers y Lewin reside en los objetivos, el grupo de Chicago se orientó principalmente hacia el crecimiento personal y el desarrollo y mejora de la comunicación y las relaciones interpersonales, mas que tener estos aspectos como objetivo secundario. Tuvieron incluso una orientación más experiencial y terapéutica que los grupos originados en Bethel (Rogers, 1970:4)[1] (2001:13). En este sentido podemos considerar incluidos a los grupos que siguen esta orientación, más en el ámbito de los grupos terapéuticos que en los psicoterapéuticos, toda vez que el acento se coloca más en el desarrollo de los potenciales de las personas que en el entender los mecanismos por los que uno actúa de una y no de otra forma y, tras ello, facilitar las modificaciones consecuentes.