8) Entiendo que esos son los orígenes. De lo que dicen estos autores y en especial Freud, ¿qué dirías que constituye el cemento que une a unas personas con otras en las situaciones grupales?
En las situaciones grupales y no grupales el cemento en realidad no es tal; porque lo que aúna a las personas no es algo rígido, sino elástico, no necesariamente estable ni duradero. Para mí son vínculos, lazos que se establecen a partir de unos procesos muy elementales y básicos: la identificación –considerada como el primer constituyente psíquico del ser humano –y junto a ella dos modificaciones o dramatizaciones de la misma: la identificación proyectiva y la identificación introyectiva. Junto a estos mecanismos, la idealización estimula y potencia estos lazos.
En el trabajo de Freud de 1921 que acabamos de mencionar, Lola, nos señala que la identificación es el primer enlace afectivo con un objeto. Sin embargo, ese proceso de identificación conlleva que, previamente, se haya establecido el de introyección que, paralelamente al de la proyección constituye un primer par de elementos mediante los que la identificación es posible (Kernberg). ¿Qué está sucediendo en estos enlaces? Que partes de uno entran a formar parte del otro. El bebé introyecta aspectos que percibe de su entorno –y en especial de quien le cuida de forma especial, la madre –y proyecta sobre ella –de la misma forma que proyecta sobre el entorno –aspectos que le son propios. Este primitivo juego de introyecciones y proyecciones van a permitir que el bebé se identifique con quien es su cuidador principal: la madre. Pero también la madre se identifica con aspectos de su hijo, estableciéndose bases muy poderosas de ese vínculo. El apego del que se habla tanto últimamente, no es más que una forma específica de identificación mutua.
Ahora bien, al tiempo que se van dando sucesivas identificaciones parciales de aspectos del otro, también la madre o el hijo se van cargando de otros elementos, otros componentes: mediante la identificación proyectiva, uno establece un lazo especial con el otro en tanto que ese otro presenta una característica –nota, Lola, que no hago distinciones entre si esta característica es agradable o desagradable, positiva o negativa, amorosa o destructiva –y se identifica con ella. El bebé (o la madre) se identifican con aspectos que ellos mismos han proyectado sobre el otro estableciéndose un vínculo de notable intensidad que dependerá, como es lógico, de la significación, del valor del elemento proyectado.
Igualmente cada uno de los personajes de los que estamos hablando, Lola, se identifica con aspectos que han sido introyectados y que proceden del otro. Al identificarse con ellos, el enlace afectivo con el elemento introyectado determinará, también, la intensidad afectiva que cada uno siente con aquello que ha quedado introducido en uno y procedente –no hay otra posibilidad –de la persona que en aquel momento está en relación con él (o ella).
Evidentemente en el desarrollo aparecen otros mecanismos, como el de la idealización, mecanismo por el que el otro parece poseer aquellas características que para uno le parecen excelentes y que ha proyectado en él. Al proyectar los elementos idealizados el otro adquiere unos valores y cualidades que –independientemente de que pudiera tenerlas –en realidad corresponden a los elementos idealizados de uno. E incluso, en muchas otras ocasiones, esa persona que ha adquirido, proyección mediante, esas condecoraciones anímicas, valora en gran medida al otro de forma que ese otro puede identificarse con esos aspectos introyectados en él.
Estos mecanismos se activan, lógicamente, en los primeros momentos del desarrollo del cachorro humano quien ve reflejadas en el rostro y las actitudes de su madre- y posteriormente en otras personas significativas para él –las reacciones a sus comportamientos, actitudes, expresiones, etc., configurándose, a su mirada, su reflejo. Ese aspecto especular es bidireccional si bien en una de las direcciones el impacto es –supuestamente –mayor. De esta forma, el bebé se refleja en la madre: en su mirada, su rostro, sus actitudes; y al tiempo la madre se ve reflejada en las reacciones que muestra su bebé. Con lo que disponemos de un terreno en el que se desarrollan unos vínculos básicos de interdependencia que constantemente están calibrando el valor, la intensidad y la cualidad (y calidad) de la relación con el otro. A estos elementos básicos se irán añadiendo, a medida que van progresando los vínculos afectivos, otros componentes que provienen del estado anímico y afectivo del Otro. A través de estos lazos y en la medida de su constancia.
En la situación grupal se dan circunstancias similares. Cada componente se relaciona no solo con los demás sino con las diversas constelaciones de estos otros. Pero cada relación no deja de ser una nueva experiencia de identificaciones así como de nuevas identificaciones proyectivas e introyectivas. Los miembros del grupo en sus relaciones, a través de sus comentarios y del compartir emociones y experiencias, van entrelazándose entre sí, activando similares procesos de relación a los que ya tuvieron en sus momentos iniciales. De ahí viene la complejidad del estar en grupo. A lo que hay que añadir el elemento especulativo: cada miembro reacciona ante lo que dicen los demás de manera que cada uno va viendo cómo sus aportaciones impactan en ellos: la imagen especular ya no se limita a las percepciones que cada uno tiene de la reacción del otro a sus propias manifestaciones sino que se amplía y complejiza por los demás.
Evidentemente ahí también entran en juego las idealizaciones y desidealizaciones. Los primeros guardan relación con cómo cada uno es capaz de ver en el otro aunque de forma principal en la figura del conductor, esa imagen idealizada que se corresponde a esas figuras parentales en su connotación de todo poderosas, capaces de entender y comprender las emociones de todos, y de ser capaces de conducir ese grupo tan complicado. Pero de la misma manera que el conductor o algunos otros miembros quedaron idealizados en su momento, el propio transcurso del tiempo coloca a cada uno en su lugar, comenzando los procesos de desidealización tan necesarios para poder seguir viviendo.
El grupo, además, con el tiempo, con el paso de las sesiones, los diversos encuentros, las dificultades que se van encontrando, las discusiones o no que emerjan… todo eso, va creando la propia cultura del grupo, y en ocasiones se van depositando en algunos aspectos de la vida grupal, aquellos elementos que pueden ayudar a disponer de una identidad de grupo. Y que nos diferencia de otros grupos.
Todos estos ingredientes –que iremos desgranando en las próximas preguntas –son los que posibilitan y crean los lazos de interdependencia vinculante entre todos.
En los grupos grandes, en los grupos sociales sucede algo parecido. Solo que la gran cantidad de caras que pueden reflejar mis comportamientos y reacciones se ha incrementado tanto que cada sujeto no puede hacer otra cosa que activar procesos regresivos depositando los lazos de interdependencia más en las figuras que lideran el grupo o lo organizan que en los demás miembros. Esas figuras quedan idealizadas y, en consecuencia, acaban siendo las depositarias de las capacidades de pensar de cada individuo: clara consecuencia de los procesos regresivos. Estos procesos a los que se añaden los derivados de la infinidad de imágenes especulares que no siempre devuelven lo que cada uno cree emitir, posibilitan la desestructuración mental del individuo conduciéndole a estados psíquicos de desorganización que mucho recuerdan los estados de desorganización psicótica. Es por esta razón que la capacidad de pensar disminuye o incluso desaparece. Emerge la capacidad de acción, el actuar siguiendo los elementos instintivos y no los racionales.
El ser humano, por mucho que nos creamos que mantiene siempre los estados de estructuración que le permiten disponer de un cierto control de sus propios afectos, no es así. Basta con que la desorganización externa incremente las tensiones en uno como para que la propia desorganización acabe desorganizando. Por esta razón, es importante tener en cuenta qué entendemos por salud y por individuo. Parece lógico pensar que de lo que entendamos por cada uno de estos términos dependerá el uso que hagamos de lo grupal.