96) Creo que en cierta manera lo estamos consiguiendo porque hasta ahora seguimos hablando, y ya llevamos doce sesiones de mi primer grupo. Y ciertamente se van dando momentos variados: momentos en los que hay un silencio que no encontramos la manera de disminuir, momentos en los que parece que alguien se va a enfadar con otro, momentos en los que hay quien parece que nos quiere convencer o dar un discurso teórico de porqué las cosas son como son… De todos, cuando me siento mejor es cuando puedo establecer puentes entre lo que se dice y algo de lo que sucede en el grupo. Y también los hay de satisfacción. Por ejemplo, el otro día uno de los miembros que está abroncado con su mujer, no el de los ojos azules, sino otro, dice: “me he dado cuenta que compito con mi mujer. Así que decidí no hacerlo y al enterarme que iba al médico se me ocurrió acompañarla. No lo había hecho en los veinte años que llevamos juntos”. ¿En eso consiste la tarea que tengo que hacer?
Pues sí. De hecho, uno de los requisitos es que el paciente hable de lo que quiera, poniendo las menores trabas posibles a la aparición y comentario de cualquier idea, asociación o pensamiento que le vengan a la mente durante la sesión. Y establecer algún puente entre lo que se dice y lo que sucede en la sesión. Es como el momento en el que nos extraen sangre para ser analizada: no nos preocupamos de qué es lo que sale o de lo que no. En el grupo es similar. Se pretende que los reunidos puedan hablar de cualquier tema que quieran, de la forma que les apetezca, sin orden, sin planificación. Establecer una conversación libre, similar a la libre asociación que le pedimos a un paciente en una situación individual. Foulkes lo llamó «discusión flotante libre». En realidad es una situación ideal a la que debemos tender; y, en consecuencia, podremos ver también las dificultades que ponemos para acceder a ese punto ideal. Pero aquí tenemos un elemento diferenciador: cuando alguien habla, explica, calla, asiente o discrepa del otro, no solo está expresando algo de su mundo interno, sino que, a través de ello, se establecen conexiones con los demás. Éstas son los lazos de interdependencia que crean la matriz grupal. Por supuesto que estos lazos se asemejan a los de la matriz familiar que cada uno lleva puesta. La diferencia está en que aquí hay variaciones de esta matriz que permiten cuestionar la propia. Así salimos de la patología para acercarnos a la normología.
Dice Foulkes (1964) Nuestro trabajo con los pacientes (…) debe consistir en lo que hemos llamado “traducción”. En el curso del tratamiento, tenemos que rastrear hacia atrás la huella del síntoma presente, dentro de su contexto original (1964: 68). Aquí el Foulkes ortodoxo. ¿Recuerdas lo que decían Guillem y Loren respecto los tres niveles de lectura? Aquí nos estamos situando en el tercer nivel. Los miembros del grupo, conductor incluido, hablamos de cualquier cosa, nos relacionamos a través de la palabra, la risa, los movimientos, e incluso aquellas manifestaciones fisiológicas que emergen en la vida del grupo… Y todo el material que emerge es tomado, recuperado por el conductor quien realiza poco a poco esta tarea de traducción, de vincular lo que se dice de forma manifiesta con lo que se expresa de forma latente. Evidentemente no lo hace de forma compulsiva: a cada manifestación, una traducción. No. Va viendo qué elementos emergen y participa de la conversación bajo una premisa traductora: pasado y presente, manifiesto y latente, transferido y real, interno y externo, síntomas y relaciones. Hablando de esta técnica, Foulkes señala que la “libre asociación en los grupos” surgió de mi método, aunque pudo haberse utilizado en forma independiente en los años 1920 por Trigant Burrow y sus colaboradores. Shilder y Wender propusieron una aproximación analítica a la terapia de grupo, pero la mía se distinguió de la de ellos por su táctica de proceder directamente a un manejo espontáneo de la situación de grupo (1979:307). Piensa que cuanto más se ciñe un grupo a cosas concretas, preparadas en un despacho, o tomadas como conferencias a dar (Foulkes lo denominaba “ocupación”), más se aleja de la posibilidad de emergencia de elementos del inconsciente; o dicho de otra forma, de elementos desconocidos para uno. Es como si la razón estuviera reñida con lo inconsciente, con el conjunto de aspectos que están fuera de ella. Y añade Foulkes en el mismo trabajo que el contenido manifiesto de la comunicación se relaciona, en términos generales, con su significado latente, de una manera similar a la forma en que el sueño manifiesto se relaciona con los pensamientos oníricos latentes (ibídem: 308), es decir, que hay una relación, llamémosle de figura-fondo, entre unos y otros contenidos.
En el año 1964 decía Foulkes El psicoanálisis se ocupa, a un mismo tiempo, de la tarea que hemos denominado “traducción” – esto es la traducción e interpretación del material en crudo presentado por el paciente en forma de asociación libre – y de las relaciones que se desarrollan en el análisis entre el terapeuta y el paciente. Esta relación es denominada relación de transferencia porque contiene, en esencia, la relación que el paciente formó en su primera infancia con las personas más importantes de su medio, generalmente los padres o sus sustitutos (…) los fenómenos de la enfermedad neurótica que el psicoanálisis ha estudiado en la situación terapéutica individual, deben aparecer en la situación grupal (1964: 70). Si vamos a tus palabras, hay un paciente que dice:«me doy cuenta que siempre compito con mi mujer». Ahí una pregunta que puedes hacerte es ¿qué tiene que ver lo que dice con el grupo?¿Compite conmigo o con otro miembro? Y también, ¿qué hay ahí de la situación familiar del paciente? Su mujer, ¿representa también a su madre? Etc.
Hay dos aspectos: no sólo importa el material vinculado con la realidad que se cuenta, sino las relaciones que hay entre eso que se cuenta y el aquí y ahora del grupo, y cómo este material está relacionado con el conjunto de vivencias del individuo en su grupo familiar de referencia. Dicho de otra forma, las relaciones de competitividad emergen con su mujer por razones múltiples —y más allá de las características que tenga la mujer—, en realidad alude a la competitividad «con mi mujer», es decir, con un «objeto» que se puede estar ubicándose en una parte del grupo. De ahí, puede aludir a la competitividad en el grupo coon un miembo o con cualesquiera de las constelaciones que pueden organizarse, o con el conductor o con el grupo en su globalidad o simultáneamente con ambos. Y tratar de relacionar estas observaciones con los elementos de la matriz originaria de la que cada uno procede. De esta suerte, podemos entender y ensayar nuevas pautas de relación en las que esa «competitividad» no exista. O de existir que no sea destructiva; con lo que se ensaya una nueva forma de relacionarse en el grupo. Por ejemplo, el descubrimiento de un cambio de actitud cuando alguien señala que «ahora he empezado a acompañar al médico a mi mujer. Parece que le resulta grato», es algo muy valioso para el grupo.
Fíjate que cuando nos permitimos mayores niveles de espontaneidad para decir lo que se siente y cómo lo sentimos, en realidad se están dando permiso a salir un poco de la estructura en la que se han formado; ensayando nuevas maneras de ver las cosas, de pensarlas, de sentirlas: estilos de relación que han visto, percibido en otros espacios de referencia quizás más remotos —en una película, en una familia ajena, en un entorno escolar o laboral diferente, en una fantasía personal— y que son puestos en acción a modo de ensayo en este espacio novedoso que es el grupo de psicoterapia. Y al poder incorporar aspectos ajenos a la estructura formal, habitual, se amplían poderosamente los límites entre los que cada uno se mueve: puedo verme y ver a los demás en una relación de complementariedad entre lo que digo y lo que callo, lo que hago en relación a lo que no, lo que pienso en contraste con lo que omito de mi pensamiento. En definitiva, me posibilito a mí mismo y a los demás el que podamos movernos en un terreno más complejo y completo, no precisando de la utilización de los síntomas para expresar lo que quiero decir.
En este sentido, la matriz grupal que estás ayudando a establecer, va aimpregnar de una actitud de pensar más allá de lo que se dice, de utilizar lo que a uno se le ocurre tras lo que escuchó como forma de profundizar, de modelar y complementar aspectos de su aportación; que en muchas ocasiones serán distintos a los estilos familiares en los que uno ha sido y se ha moldeado. Pero mucho más. Porque en esta lenta y constante tarea en la que te has metido, vas a comprobar cómo lo que dice una persona siempre guarda relación con aspectos que emergen en la vida del propio grupo y que se irán estableciendo como pautas propias, como si fuesen la cultura específica del grupo: un particular estilo de relación, una manera de hacerse los unos a los otros más propia del grupo que de los grupos de procedencia.
Al facilitar que se hable de cualquier cosa lo que haces es aplicar una de las premisas desde la que se parte en Grupoanálisis que es que el individuo no es más que un punto nodal en una red de relaciones conscientes e inconscientes que se organizan en el contexto social; y en particular en el contexto grupal. Eso significa que la mente grupal, en palabras de Ezriel, facilita que el grupo en cuanto a tal se vale ora de un intérprete, ora de otro, pero siempre es la red transpersonal la que resulta sensibilizada y responde o expresa. En este sentido, se puede dar por sentado la existencia de una “mente” de grupo, de la misma manera que se dio por sentado una “mente” individual (Foulkes, 1979:308). De ahí la importancia de tu tarea: facilitar la conversación, la emergencia de cualquier material que no va a ser otra cosa que información de los aspectos latentes de las personas que están en el grupo.
Aquí la Función Verbalizante tiene una triple misión: facilitadora —vinculando lo que uno dice con lo que otro dijo antes—; validadora— de los cambios que comentan los miembros del grupo—; y significante —atribuir nuevos significados a las interdependencias con las que vivimos a partir de los que se generan el en propio grupo—. Eso estimula lo que Yalom y otros autores señalan como el incrementar la esperanza al tiempo que subrayamos la unicidad de la mente: lo que sucede fuera guarda relación con lo que pasa dentro, lo que ocurre antes con lo que sucedió después, lo que pasa en casa está vinculado con lo que pasa en el grupo. Y viceversa.