Resumen. En este texto me extiendo un poco en dos aspectos: por un lado defino lo que entiendo por miedo, ansiedad, fantasía y phantasía. Y luego me introduzco en la identificación proyectiva poniendo un ejemplo de lo que para mí es este mecanismo.
Resumen. En este texto me extiendo un poco en dos aspectos: por un lado defino lo que entiendo por miedo, ansiedad, fantasía y phantasía. Y luego me introduzco en la identificación proyectiva poniendo un ejemplo de lo que para mí es este mecanismo.
Palabras clave: miedo, ansiedad, fantasía, phantasía, identificación proyectiva
Los humanos tenemos una serie de mecanismos mediante los que nos protegemos de la relación con los demás y con el entorno. Y esa protección trata de mantener en un cierto equilibrio las tensiones internas de manera que no sean excesivas y activen la señal de alarma llamada ansiedad. Cuando la tensión es excesiva, emerge, por ejemplo, la ansiedad; hay otras señales como pueden ser las llamadas somatizaciones. Unas fáciles y conocidas por todos son el dolor de cabeza, o el cansancio, o una tensión muscular. Suelen aparecer cuando la tensión interna es suficientemente grande y no encontramos maneras de elaborarla, disminuirla y canalizarla de forma más creativa.
Miedo es una «perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario». No deja de ser una respuesta emocional y fisiológica desagradable a fuentes reconocidas de peligro. Es decir, el miedo se activa por las amenazas reales. Por ejemplo, si uno se encuentra con un oso o un tigre lo normal es que le tenga miedo; hay una reacción ante el peligro que supone ese animal. Pero hay otras situaciones que no dan miedo sino ansiedad.
La ansiedad es una tensión o desasosiego de anticipación de peligro, la fuente del cual es normalmente desconocida. La diferencia, pues, es clara: el miedo es una reacción ante un peligro real o imaginario que se encuentra en el exterior a uno, en tanto que la ansiedad es una anticipación a ese peligro y cuya fuente se sitúa más en nuestro interior que en el exterior. Así, tengo miedo del perro que viene hacia mí en tanto que la ansiedad es ante la posibilidad de que me encuentre un perro, por lo que el origen o la fuente de la misma está en mi fantasía.
Y ¿una fantasía? La fantasía es una secuencia más o menos organizada de sucesos o de imágenes que sirven para expresar a modo de relato conflictos internos inconscientes, satisfacer deseos inconscientes o conscientes, o para prepararse ante un acontecimiento futuro de forma que nos anticipamos a él a modo de entrenamiento. Es como la película que nos hacemos ante algo.
Phantasía… Si, suena a raro, pero desde la literatura psicoanalítica se suelen diferenciar de las fantasías, aquellas imágenes o secuencias de ellas, articuladas con los elementos instintivos, pudiéndose desarrollar elementos agradables o desagradables.
¿Y todo esto a qué viene? Bueno, de entrada para ir desbrozando parte del terreno y no confundirnos con las cosas. Imaginemos que una persona quiere conducir un grupo. Antes, se supone que se imagina sentada entre las personas del grupo. Pues bien, esa imagen, esa secuencia de imágenes que tenemos todos antes de realizar una actividad, no dejan de ser fantasías que nos sugiere la propia idea. Y puede ser que la “película” que esa persona se hace le genere ansiedad: se puede preguntar cosas como ¿Cómo voy a conducir el grupo? ¿Cómo se van a dejar conducir? ¿Cómo serán las relaciones que se establezcan? ¿Conseguiré trabajar lo que desearía trabajar? El malestar que le genera, la tensión nerviosa que siente, está relacionada con las películas que se monta ante este hecho.
Llega el momento de estar en el grupo. Se sienta y al poco una persona se pone a gritar y a insultar a la Administración porque no le han tratado bien. Sus gritos, su alboroto, pueden dar miedo. Miedo a que la cosa no pueda reconducirse, a que agreda a alguien porque le vemos muy exaltada… miedo a que nos dañe. Pero claro, la situación se torna tensa y el conductor comienza a ponerse nervioso porque acaba de pensar que porqué no le lanzo un manotazo de estos que se ven en las películas de terror, la levanto por el pescuezo y la lanzo por la ventana. Esto es una phantasía. Corresponde a elementos muy primarios, en este caso agresivos, de omnipotencia infantil y de aniquilación de lo que me asusta.
Diríamos que las phantasías se encuentran en las raíces de las fantasías. Así, la (f)antasía de que el grupo no se constituya podría derivar de la (ph)antasía de quedar desprotegido de la matriz que me cubre y contiene en el útero materno y morir. O la (f)antasía de que alguien se enfade puede convertirse en (ph)antasía de que esa persona es un monstruo que me descuartiza con sus dientes y ante el que mis poderes le van a destruir porque soy un ser de otro planeta y estoy en contacto con el Krauss (supuesto jefe de ese planeta) que enviará mil naves a devastar la tierra. ¿Entendéis?
Esto es una cosa compleja. Sé que hemos hablado de la identificación y de la proyección, ¿verdad? (ver algún otro de mis escritos anteriores). La pregunta es ¿qué pasa cuando estos dos sistemas de defensa y comunicación se juntan? Y ¿cómo se juntan?
En la escena que desarrollamos de aquel grupo inventado y conducido por uno de vosotros, más allá del rato agradable que pasamos, se activaron a través del juego una inmensa cantidad de ansiedades que tenía que ir controlando el profesor de la experiencia. Fundamentalmente eran de tinte persecutorio. Todos o casi todos (los supuestos pacientes) venían muy cargados de las problemáticas familiares y le exponían a la voluntariosa conductora todo el malestar con el que habían convivido. Con lo que ella se encontró con un paquete complicadísimo. Uno puede decir que “lo hicieron mal”; pero no, lo hicieron de forma fantástica y sin quererlo reprodujeron muchas de las situaciones con las que os encontráis a diario. Varias son las preguntas que aparecen, una de ellas puede ser, ¿qué ha pasado?
Imaginad que somos personas muy aficionadas al fútbol. Y somos de un equipo, el equipo XX que juega en la liga, pero nosotros no somos jugadores, solo aficionados. Este equipo tiene unas maneras de hacer “no muy éticas”, un poco marrulleras y en alguna ocasión ha sobornado a algún árbitro para que le favoreciera en la liga. Pero hasta el momento, nadie lo sabe o no se ha podido demostrar ni que son marrulleros ni que han sobornado a nadie. Un día, jugando contra el equipo YY, alguien comenta que este equipo ha sobornado al árbitro. Y empieza la movida y nosotros, como buenos seguidores de nuestro equipo, efectivamente acusamos al equipo YY de ser como son, de sobornar e incluso de hacer marrullerías. Esta acusación nos excita y nos exalta hasta el punto que no podemos soportar ni ver jugar a los del equipo YY ni tener noticias de ellos. ¿Qué está pasando? Pues sucede una operación mental que consiste en:
a) atribuir al equipo YY que son marrulleros. Esa atribución se basa en lo que nosotros percibimos, suponemos, sospechamos. Son marrulleros. Es decir, atribuimos algo (proyectamos) en ellos una característica que también es nuestra.
b) nos identificamos con esa actitud (porque es también la nuestra) y (para que nadie sospeche nada) les acusamos con toda acritud.
Una vez juntadas las dos operaciones el resultado es una Identificación proyectiva (me he identificado con algo que he proyectado).
Volvamos al juego de hoy: una de las pacientes acusaba a la conductora del grupo de ser incapaz de poner orden y de darse cuenta de la gravedad de la situación en la que vivían. ¿Qué ha pasado?
Solución: esa paciente atribuye (proyecta) a la conductora una incapacidad que (independientemente de que pudiera serlo) también es reflejo de su propia incapacidad. Y al verse reflejada (identificada) en esta parte del espejo, se enfada y salta.
La identificación proyectiva es un mecanismo importantísimo y que juega un rol básico en la mayoría de los conflictos relacionales.
Hasta el jueves.
Dr. Sunyer
Los comentarios se refieren a las sesiones que he realizado con los profesionales que han acudido al curso que organizó la Diputación de Barcelona.