Seguimos avanzando en la publicación de estos nuevos textos. Como podréis comporbar falta la mano de mi correctora de textos. Todo se andará.
Capítulo 6
Seguimos avanzando en este proceso y en el capítulo anterior nos metimos en la idea de la interrelación dinámica, la función de Yo auxiliar que sostenía el Orientador, las características que teníamos que tener y las que planteaba Rogers. Este autor nos había descrito el proceso y venía a decir que en un momento nos encontrábamos con sentimientos negativos que había que atender. Algo de esto voy a tratar en este capítulo, pero antes veamos las tres posiciones que considero definen todas las intervenciones psicológicas.
Establezcamos una teoría
Como podéis comprobar tengo afición a los diccionarios. Buscamos en la RAE y nos dice que teoría es una palabra que procede del griego, θεωρία, y que tiene cuatro acepciones: 1. f. Conocimiento especulativo considerado con independencia de toda aplicación. 2. f. Serie de las leyes que sirven para relacionar determinado orden de fenómenos. 3. f. Hipótesis cuyas consecuencias se aplican a toda una ciencia o a parte muy importante de ella. 4. f. Entre los antiguos griegos, procesión religiosa. Si quisiéramos desarrollar una teoría grupoanalítica de la Orientación psicológica, mirando con atención estas cuatro acepciones, ¿con cuál o cuáles de las cuatro nos quedamos?
La primera opción parece que está reservada a personas muy especiales; pero si pensamos en que estamos deseando desarrollar algo que tenga que ver con las relaciones interpersonales, cuesta creer que se pueda especular de forma independiente de su aplicación. La segunda y la tercera parece que son las que se ajustan más a lo que todos los profesionales hacemos: buscar una serie de leyes, de pautas habituales de comportamiento, de respuestas generalizables que nos permitan relacionar una serie de fenómenos. Por ejemplo, si observamos que en un momento dado del proceso asistencial, algunos pacientes te derivan un compañero que necesita tratamiento y al poco ellos lo dejan, tendremos que concluir algún tipo de ley o de consecuencia que nos sirva para que, en otra ocasión pongamos más atención al significado de esta derivación. O por ejemplo, si vemos que habitualmente junto al motivo de consulta aparece una gran queja, la hipótesis que trazaremos, supongo, es que la queja es la que dibuja buena parte de ese motivo de consulta. Y la cuarta opción… da mucho que pensar, ciertamente.
Todo esto viene a la consideración de cómo se va construyendo una teoría: se edifica a partir de la observación y de poder pensar sobre eso que hemos observado. Es decir, no surgen del vacío ni de una noche iluminada por las musas o activada por unas copas de güisqui. Las teorías surgen de los esfuerzos de comprensión de las relaciones humanas y del individuo; y desde el lugar en el que nos ponemos a pensar sobre estas relaciones y según nuestra propia experiencia vital. Eso con lleva una seria dificultad que, por mucho que queramos todavía no hemos encontrado la forma de resolverlo. Con los años de evolución hemos comprendido que en todo proceso de observación y análisis de lo que sucede, el observador siempre forma parte de la ecuación y hay una influencia decisiva por su parte. Incluso cuando se trata de investigaciones de cosas aparentemente tan “objetivables” como la física: el observador condiciona el comportamiento de lo que investiga. Si esto es así deberemos renunciar a una búsqueda de la objetividad total y aceptar buena parte de las limitaciones que tenemos y, a partir de este punto, ponerlas dentro de la ecuación de lo que se observa.
Por lo general todo trabajador de la psicología (a excepción de aquellos que la convierten en un simple procedimiento administrativo o funcionarial) es un investigador. Investigamos lo que le sucede al paciente. Y en esta investigación juegan cuatro factores fundamentales:
a) El contexto en el que desarrollamos la investigación. Es decir, no es lo mismo la investigación que realizamos en un marco académico, escolar, que la que podamos realizar en un ambiente clínico, productivo, o judicial. Entre otras cosas por el tipo de relación que establecen las personas que atendemos y por las relaciones que nosotros mantenemos con la estructura y lo que ésta nos permite.
b) Nuestra experiencia personal y profesional. Evidentemente no es lo mismo lo que puede leer una persona que lleva cuarenta años trabajando que lo que lee una que acaba de comenzar. No es lo mismo que sea una mujer que un hombre. No es lo mismo que provenga de un ambiente A o B. Es decir, hay una serie de elementos personales que nos constituyen y que condicionan nuestra percepción de los hechos.
c) Las relaciones que establecemos con el objeto de estudio. Es decir, dado que trabajamos con personas y no con una colección de órganos reunidos bajo la piel, las relaciones afectivas que se establecen entre profesional y paciente determinan la lectura de los hechos con los que estamos construyendo la teoría de nuestra actividad profesional.
d) Las teorías que hemos aprendido, que hemos ido haciendo nuestras y que han constituido la formación profesional. En este sentido tendremos que aceptar que lo que lee alguien formado en el campo del derecho no es lo mismo que lo que lee el que se formó en psicología, enfermería o medicina. Es decir, el marco formativo nos ha formado, valga la redundancia, de una forma que determina la lectura que hacemos de los hechos.
Tres grupos de propuestas teóricas.
Toda esto situación me lleva a otra serie de reflexiones que en cierta medida van coloreando algo de lo que hemos venido diciendo desde el inicio de todo este texto. Si fuésemos capaces de ver nuestra relación con el paciente desdoblándonos de forma que una parte de nosotros estuviera en la relación y la otra parte nos viera desde fuera, ¿podríamos considerar las diversas formas que puede adoptar esa relación? Creo que podemos diferenciar tres formas:
1. El profesional considera que lo que le sucede al paciente es algo que reside en él mismo. Bien porque hay aspectos de tipo constitucional, o por déficits adquiridos, o habilidades no desarrolladas, o…, no importa: la causa y el origen de sus dificultades reside en el territorio comprendido bajo la piel que lo individualiza del resto de las personas. Esta visión es la que, a mi modo de ver, está extendida por toda la geografía asistencial, la que prima en el terreno clínico, escolar, productivo… Es también la que desde los inicios de la psicología (y psiquiatría) actual se ha ido constituyendo como el pilar fundamental de los desarrollos asistenciales de todo tipo. Se encuentra en la base de las teorías genéticas, neuroquímicas conductuales, cognitivas y psicoanalíticas (por limitarme a las teorías más en boga). Pero también lo vemos a nivel social, en las respuestas que los padres damos cuando nuestro hijo rinde poco en la escuela, o incluso en la atribución de las responsabilidades ante un hecho determinado.
2. El profesional considera que lo que le sucede al paciente es algo que tiene mucho que ver con el entorno en el que se mueve el paciente, fundamentalmente su grupo familiar. El paciente es considerado como la válvula de escape de tensiones que provienen de los entornos en los que está y queda en cierta medida exculpado de las responsabilidades que pudiera tener. Podríamos considerar que es un planteamiento más sociológico que incluso puede tener ribetes políticos. Metafóricamente sería como si esta persona estuviera en aguas viciadas por lo que lo lógico es que lo que le sucede proceda de esas mismas aguas. Y así, cambiando las aguas, recomendándole marchar a otros lugares para “liberarse” o alternativas de tipo más radical y con tintes políticos son las formas mediante las que se puede entender y ayudar a esa persona.
En las dos situaciones anteriores el profesional mantiene una posición distante en el sentido de creer que hay algo que le sucede a esa persona pero con la que nada tengo que ver. Es decir, no viendo algo que está presente y es que el paciente es el que le cuenta algo y por lo tanto a través de estas confidencias le está involucrando en una manera y no otra de entender lo que le sucede. Si a ello le sumamos que él tampoco quiere involucrarse, miel sobre hojuelas. Hay una tercera posibilidad.
3. El profesional considera que lo que le pasa al paciente se desplaza subrepticiamente sobre la relación que mantienen, actualizándose en el aquí y ahora de la relación buena parte de las causas de ese malestar más allá de que ese dolor resida en el sujeto y en su entorno. Es decir, el profesional comienza a ser parte de ese entorno y parte de ese sujeto. Y eso porque la matriz que se está constituyendo en el espacio de orientación contiene los ingredientes patogénicos de los que se queja el paciente. Deberemos abordar de nuevo la idea de matriz para poder entender la propuesta de Rogers de aceptación de los elementos agresivos.
La matriz en el espacio de orientación.
Ya hemos hablado un poco de este concepto que es básico en la conceptualización grupoanalítica y del que tenéis cumplida cuenta en Teoría y práctica grupoanalítica 1(2). Para empezar hay que señalar que en todo lugar en el que se desarrollan una serie de relaciones cualesquiera se da una circunstancia que proviene de esas mismas relaciones que las define. En la prensa, en los medios de comunicación pero también entre nosotros solemos decir que “tal reunión se desarrolló en una atmósfera agradable”, o que “la reunión fue tensa, la atmósfera era muy crispada”, o “el partido se mantuvo en un ambiente festivo, una atmósfera amena y divertida”. Es decir que con el término atmósfera o ambiente solemos aludir a algo intangible pero descriptivo de las circunstancias que se dieron en aquel suceso. Aquí, el uso indiscriminado de la palabra atmósfera o ambiente hace que aludamos con un dos términos diferentes algo que nos parece igual aunque en realidad no lo es. Ambiente es un término que proviene del latín y que alude a lo que rodea algo y en este sentido podemos decir que el ambiente de un local es de una manera o de otra. Pero la palabra atmósfera es diferente, proviene del griego y alude al vapor (atmós) que proviene de lo que emanan y envuelve a los cuerpos que lo generan. En este sentido es de mayor propiedad decir que la atmósfera se desarrolló en un ambiente agradable cuando queremos hacer mención del tipo de relaciones que se desarrollaron, y utilizaríamos el término ambiente para referirnos más a los componentes materiales, la decoración, la luminosidad, etc., en la que se desarrolló tal reunión. Ahora bien, estos términos no acaban de ajustarse cuando queremos definir algo que va un poco más allá de eso que denominamos atmósfera o ambiente. Por esta razón se introdujo en su momento el término Matriz.
Este término fue introducido por S.H. Foulkes (que fue el iniciador de la psicoterapia grupoanalítica a mediados del siglo pasado) para definir algo intangible pero que está presente en el grupo y lo condiciona. Este algo es lo que percibimos todos nosotros cuando comparamos nuestra relación, por ejemplo, entre un amigo y otro. Con un amigo podemos tener una relación muy intensa, muy cercana, pero que los temas de conversación que desarrollamos con él, las actitudes que tomamos ante un tema u otro, la calidez de la propia relación, la viveza e intensidad es muy diferente a la que tenemos con el otro siendo ambos igual de amigos. Las diferencias que encontramos las solemos atribuir a las características de cada uno de los amigos; pero ello no es óbice para que nos sintamos cualitativamente diferentes con uno o con otro, por lo que diríamos que la matriz que se desarrolla con uno es diferente a la que se desarrolla con el otro. Lo mismo sucede con los grupos: hay grupos de amigos que posibilitan unas y no otras actividades, conversaciones, formas de desenvolverse uno entre ellos. Y evidentemente ello es porque esos amigos son diferentes a aquellos otros. Esto significa que las características de esas personas son las que hacen que la relación que tenga con ellos tenga unas características diferentes a las que tengo con otros. Esas características son las responsables del desarrollo de un tipo de matriz u otro.
Quiero recordaros que como señalé en el capítulo anterior, el término matriz alude en nuestro idioma (de forma similar a lo que ocurre con el término correspondiente en Inglés) al útero materno que es el lugar en el que se desarrolla el embrión y en el que crecerá el hijo. Ese útero tiene una serie de propiedades que por un lado contienen al embrión, lo protegen, le proporcionan alimento y le mantienen en unas condiciones que posibilitan su desarrollo. Al tiempo, el término se utiliza en la vida corriente para asignara el molde con el que los artesanos dan forma a un determinado material. Pues bien, aplicado a lo grupal, la matriz es ese componente derivado de las características de las personas que lo generan y por lo tanto que los envuelve pero con la particularidad que también los moldea de una forma u otra. Es decir, y volviendo al ejemplo de los grupos de amigos, en un grupo puedo ser de una manera más suelta, más creativa, mientras que en otro soy más reflexivo y serio. A algo de eso nos referimos cuando hablamos de moldear.
En todos los grupos se desarrolla una matriz particular y exclusiva. Y como nuestro primer grupo de referencia es el familiar deberemos pensar que la matriz de ese grupo es el primer facilitador de nuestro desarrollo (recordemos las características maternas del término) y moldeador (las segundas características) de nuestra manera de ser. Y con una particularidad que no puede escapar de la observación: el bebé (de la misma manera que cada miembro del grupo) también interviene en la creación y desarrollo de esa matriz. Y trasladando esa idea a lo grupal debemos pensar que cada miembro del grupo contribuye a la generación y desarrollo de esa matriz que, al mismo tiempo, le va a moldear. Y precisamente el grupo es un potente instrumento terapéutico por esa gran capacidad de modelaje que tiene su matriz. Es decir, no es el profesional quien tiene el poder de ayudar en la modificación de las características de las personas sino el grupo. De ahí la gran importancia y presión de lo social sobre el individuo.
Más adelante posiblemente podamos centrarnos más en los detalles de cómo se construye la matriz de cualquier relación interpersonal y que podréis consultar en la revista que os comenté, pero para que tengáis una idea mínima os diré que tal matriz se constituye mediante los lazos que establecemos todas las personas entre nosotros, lazos que nos vinculan, nos atan, atrapan de forma se crea una urdimbre dinámica, modificable en cierta medida, entre nosotros que es la que permite definir la relación. Esta trama, esta urdimbre, determina unas interdependencias vinculantes cuyas características posibilitan el desarrollo normogénico o patogénico de las personas de esa urdimbre. Voy a intentar ser un poco más claro.
Decía que entre las personas se establecen unos lazos, ¿verdad?, que fácilmente podemos percibir. Entre nosotros podemos decir que tal y cual persona se caen bien, o que a mí me cae simpática tal persona en tanto que esa otra me parece falsa y no me hace confiar en ella. Pues bien, lo que hace que pueda decir esto o lo otro es un conjunto de percepciones muy finas que en un caso me hacen tener una imagen de esa persona cuyas características no me tranquilizan, me generan ansiedad o desconfianza; en tanto que con otra siento que hay una buena corriente de relación por lo que la califico de agradable, simpática… Ahora bien, he dicho también que esos lazos nos condicionan. Efectivamente, mi relación con la persona que me cae mal, o de la que desconfío, o que la percibo de falsa viene condicionada por esas percepciones y ello hace que tenga unas características que no siempre puedo modificar.
Ahora bien, puede darse (y de hecho se da) que en la medida que mi relación con estas personas va progresando y haciéndose más y más cercana, la simpatía que siento hacia alguien vaya adquiriendo colores complementarios que, sin dejar posiblemente de considerarla simpática, van a darle una dimensión y una tonalidad diferente a la que tendría si sólo me quedara con la primera imagen. Y lo mismo con la persona que me cayó mal. E incluso puede ser que ambas acaben cayéndome igual de bien y hasta que esa segunda acabe siendo una muy buena amiga. ¿Qué ha sucedido? Que las interdependencias que se han ido desarrollando han posibilitado unas modificaciones en tanto que he podido elaborar, comprender, entender e incluso encajar de otra forma esos aspectos que hacían que me cayese tan mal. Esa elaboración es un complejo proceso en el que se deben poder separar varios aspectos:
a) Los que me corresponden por ser características personales de los que le corresponden. Recordad que no son los aspectos que nos diferencian de los demás los que nos generan malestar (como se suele indicar erróneamente a mi modo de ver) sino precisamente aquellos que son iguales y que no tolero en mí.
b) Con los que me corresponden debo poder ir desliando los aspectos que provienen de unas y de otras personas significativas.
c) Con este proceso de separación, de fragmentación de mis propios componentes debo poder ir modificando las significaciones que esos aspectos tenían asociadas a ellos para poderles dar un significado diferente al que tenían.
Si todo este proceso lo podemos hacer con la compañía y ayuda de los demás el resultado es bastante más complejo y beneficioso porque me hace sentir más normogénicamente vinculado a los demás sin que ese vínculo anule mi propia individuación. En este punto de maduración somos individuos al tiempo que somos miembros del propio grupo sin que un aspecto u otro prevalezcan especialmente. Y esa sería la definición de salud.
La construcción de un espacio de orientación.
De lo que se trata entonces es de establecer una relación y de trabajar con ella y sobre ella. Es decir, se trata de ver qué sucede en ese laboratorio en el que un o unos pacientes y el profesional o profesionales, se encuentran reunidos y establecen entre ellos una relación. Y como cada uno de los dos o más integrantes de la sesión aportan sus características personales, de lo que se tratará será, pues, poder entender las características de esa matriz que vamos constituyendo. Y entre estas características están las razones de la consulta, la preocupación, el motivo que le trajo y, consecuentemente, las formas cómo esta persona hace frente a las circunstancias de su vida. Fijaros que aquí lo que vamos tratando es establecer una relación en la que la horizontalidad de la misma esté lo más presente posible; lo que no siempre es fácil ni posible. Y para acercarnos a este ideal deberemos ponernos unas normas de funcionamiento:
1. Ser lo más sinceros posible. Evidentemente partimos de la idea que el paciente es sincero ya que de lo contrario no vendría. ¿Alguien va al médico para mentirle o le llama al fontanero para que venga sin tener que venir? El problema no es tanto que no se sea sincero sino en qué medida establecemos una relación en la que la sinceridad esté presente o lo más presente posible. Recordad que sinceridad es aquella virtud por la que la Sencillez, veracidad, modo de expresarse libre de fingimiento (RAE) están presentes. Lo que no significa que vayamos a ver si el otro es sincero, sino si somos lo más sinceros posible (y eso nos incluye)
2. Considerar que todo lo que aquí se diga sólo tiene sentido y significado en este contexto por lo que es mejor mantener la máxima confidencialidad posible. Esto nos atañe a todos pero principalmente a nosotros como profesionales. Pero ahí hay un punto clave, ¿qué entendemos por ello? ¿Es lo mismo confidencial que secreto? Confidencial significa Que se hace o se dice en confianza o con seguridad recíproca entre dos o más personas (RAE).
3. Que sólo mantendremos esta relación durante el tiempo que destinemos al tratamiento ciñéndonos a él. Lo que significa que si nos vemos por la calle nos saludaremos pero que no nos iremos a tomar un café, o no abordaremos nada que guarde relación con la terapia…
4. Que trataremos de ser lo más estrictos posibles a los tiempos que nos damos para trabajar lo que supone puntualidad por parte de todos. Y en caso de emergencias, lo comunicaremos.
Estos son los componentes que van a posibilitar la construcción (¿o debiéramos decir coconstrucción?) del espacio de Orientación. Ahora bien, si estos son los parámetros, ¿por qué Rogers habla de aceptar los elementos agresivos?
¿Qué se hace en este espacio de orientación?
Hablar. Sencillamente hablar de lo que pasa. Pero esto lo dejaremos para el próximo capítulo.
Son los textos de la revisión total de los que fueron publicados en 2004. Muchos de ellos todavía no han pasado la revisión estilística, pero en cuanto sean revisados los modificaré.