DISLEXIA

Torras de Beà, E. (2002) Dislexia. Paidós.-

 

Para quien quiera realizar un paseo por el parque del aprendizaje de la mano de quien tiene un interés particular por el mundo infantil y adolescente y quiera, además, entender el proceso por el cual un niño puede no estructurar el aprendizaje de la lengua escrita y leída, tiene en este libro una magnífica oportunidad. En cambio no se lo recomiendo a aquel que busque “recetas o ejercicios”. Porque, y en esto coincido plenamente con la autora de este libro, “la evolución intelectual y la capacidad de aprendizaje, así como la evolución social y el equilibrio emocional, se generan en la matriz de la interacción entre el niño y su entorno, habitualmente los padres. De esta relación surgen los estímulos imprescindibles para que el niño pueda organizar su mente, construya su relación con la realidad exterior y las bases de su capacidad de aprender” (Pág. 23)

 

La Dr. Torras de Beà nos ofrece la mano para pasear por este parque a partir de una introducción en la que nos sitúa ante lo que mucha gente denomina Dislexia y quizás no todos acaban de comprender. Tras esta breve y clara introducción, pasamos a un primer capítulo en el que aparecen cuatro casos, del mundo de la clínica y otros cuatro casos, en este caso de adultos, que provienen de otras fuentes. Tras la exposición de los casos, aparece la descripción de lo que podríamos denominar síntomas de la dislexia y el análisis y exploración de este cuadro. A partir de ahí, el paseo se torna delicioso.

 

En efecto, los capítulos posteriores, el segundo, tercero y cuarto, nos introducen de lleno en la importancia de las interacciones entre el niño y el entorno, analizando, describiendo aspectos que inciden en el desarrollo. Así iniciamos esta segunda parte del recorrido por lo que denomina “interacciones y experiencias estructurantes”; es decir desde las protofunciones que aparecen en el período de gestación que se basan en las competencias del bebé, es decir, sus capacidades y condiciones innatas para aprender.

 

A partir de ahí entendemos la importancia y la significación del esquema corporal en tanto estructurador básico sobre el que se asociará la conciencia de sí mismo y, por lo tanto, elemento integrado en nuestro sentimiento de identidad. Junto a este elemento, la importancia de las funciones materna y paterna, y la presencia de otros factores. Tras este capítulo nos introducimos en otro: el de las interacciones y experiencias desorganizadoras.

 

Este fragmento del recorrido se inicia con la definición de lo que es desorganizador “aquellas que por la vía de generar un exceso de ansiedad y de estimular defensas extremas (…) perjudican la evolución del niño, el desarrollo de sus funciones psíquicas y su capacidad de aprender» (Pág.105). Sin embargo ello no quiere decir el suprimir los elementos de ansiedad, sino en todo caso, el poder mantenerla en niveles que permitan su tolerancia; de esta forma, los diversos aspectos de la experiencia pueden articularse de forma que puedan relacionarse, reconocerse, anticiparse, situarse y sacar consecuencias de los diversos componentes de la propia experiencia, y dar acceso al carácter simbólico que en su último eslabón nos lleva al aprendizaje de las cosas. En todo este proceso hay factores que dependen de la función materna (y también de la paterna en tanto elemento estructurante, añadiría yo), pero otros guardan relación con alteraciones del propio niño y que tienen sus consecuencias en la relación que mantiene con el entorno.

 

Finalmente desembocamos en el capítulo cuarto, notas sobre el tratamiento que, como era de esperar se centra en un eje central: la relación entre el terapeuta y el niño (116); básicamente en la relación que se establece que va dirigida a favorecer la “maduración de funciones y permeabilizar la capacidad de aprender” (116). Ahí es donde nuestra guía nos valora la capacidad de comunicar a través de actividades, es decir, de que las actividades que se realicen sirvan como base para la comunicación entre el niño y el profesional (116). A partir de ahí, la Dra. Eulalia Torras de Beà nos hace una pequeña síntesis de las cualidades del profesional y de las fases del propio tratamiento. Y como punto final señala, y en ello también coincido con ella, la necesidad de establecer como una especie de “equipo con los padres, la escuela, el pediatra y todos los elementos importantes del entrono del niño” (126). Esta labor facilita la relación y la reubicación del niño en otro ángulo desde el que el aprender pueda ser una experiencia enriquecedora y no traumatizante y traumática.

 

Libro a añadir a nuestra biblioteca y que recomendamos a todos los que deseen entender algo más no sólo de la propia dislexia sino de la importancia de las relaciones y su influencia, también, en los procesos de aprendizaje.