GRUPOS DE HIJOS Y DE PADRES EN PSIQUIATRÍA INFANTIL

Eulàlia Torras de Beà (1996). Paidós.

 

Fue un regalo doble. No conocía a la Dra. Torras de Beà. Tenía, eso sí, alguna referencia, pero no había tenido el placer de conocerla. El día que nos conocimos me regaló un par de libros, el primero, al que hace referencia este comentario, es el de Grupos de hijos y de padres en psiquiatría infantil psicoanalítica. Del segundo ya hablaré en otro momento. Pero el regalo que me hizo era doble; no porque fuesen dos los libros que me dio, sino porque además de ser un regalo, éste tiene un valor muy especial. Y me explico.

 

No abunda la literatura de grupos de psicoterapia en el mundo infantil; y menos exponiendo el trabajo conjunto de niños y padres. Cuando en 1983 organicé un grupo de padres con muchos de los que tenían a sus hijos en tratamiento individual o grupal, experiencia que supervisé con el Dr. Yllá, en Bilbao, grupo que duró tres años, pude ver cómo era de fundamental el trabajo sobre las dos caras de la moneda: la que afecta al hijo y la que, ineludiblemente atañe a los padres. De aquella experiencia, que no publiqué, entresaqué numerosos aprendizajes a varios niveles, muchos de los cuales aparecen en la obra de la Dra. Torras de Beà. Pero ella expone de forma mucho más cercana, mucho más pedagógica y de manera mucho más vivida de lo que hubiera sido capaz. Y ello por varias razones fundamentales: una, los más de veinticinco años de trabajo en equipo dedicado fundamentalmente a la psiquiatría infantil. Dos, por contar con el apoyo y generosidad de todo un equipo de personas que le aportan datos suficientes y su experiencia en el trato con niños, adolescentes y padres. Tres, por su formación, no tanto la formal, cuanto la que se percibe a lo largo de las 183 páginas de su obra. Y cuarto, fundamentalmente, por la calidez humana, la tolerancia, la capacidad de comprensión que destilan de todas sus aportaciones, ideas y reflexiones.

 

No me ha resultado fácil en mi vida profesional encontrarme con psicoanalistas que tengan hacia el grupo, la actitud y la delicadeza que se leen en el trabajo de la Dra. Torras. Por ejemplo, empieza el trabajo en su introducción, con una aseveración que marca todo el desarrollo y toda su filosofía de trabajo: “El niño empieza y continua su vida dentro de grupos. Nace en el seno de uno, la familia, que condiciona definitivamente toda su vida. Su evolución depende en gran parte de las relaciones interpersonales, experiencias y enseñanzas que vive en este primer grupo” (1996:13). Pero no se queda aquí, sino que se destila la idea de que padres e hijos no dejan de ser un tándem, en el que si bien los primeros deciden cuándo consultar y qué les sucede a los segundos, el tratamiento de éstos pasa por la ayuda (que no necesariamente tratamiento) de los primeros. Dice, por ejemplo: “El Grupo de padres tiene como objetivo ayudarlos a observar su relación con sus hijos y las reacciones, expectativas, posibilidades y frustraciones que ellos les suscitan. Asimismo, a conocer mejor los aspectos positivos, las necesidades y dificultades de sus hijos, y a darse cuenta de los círculos viciosos que tienden a establecerse en la familia” (1996:17).

 

A partir de ahí, el trabajo pasa por diversos aspectos del tratamiento de los hijos y de los grupos de padres. Pero estos aspectos no vienen explicados de forma dogmática, con fuerte apoyo bibliográfico (que es lo que suele suceder en los trabajos de corte académico), sino con el apoyo de lago mucho más importante: la transcripción de sesiones de los niños o de los padres. Sesiones expuestas de forma excepcionalmente pedagógica, o didáctica, si se prefiere. Aparecen tanto las situaciones que se dan, como algunas reflexiones de los propios conductores de grupo. No suele ser fácil, por ejemplo, exponer el tema de la contratransferencia, el de las interpretaciones, el del encuadre, sin remitirnos directamente a lo que dicen otros. Aquí, es lo que dice la experiencia, la labor de cada día y las reflexiones que se derivan de los espacios de supervisión o seminarios.

 

El capítulo más extenso es el dedicado a terapeutas y técnicas. Sólo algunas frases nos podrán indicar la filosofía que se destila: “cada terapeuta de Grupo desarrolla su propia técnica, su procedimiento, según su experiencia clínica, sus objetivos, su forma de entender el tratamiento en Grupo, su enfoque teórico y también según su estilo personal, sensibilidad, creatividad y preferencias (1966:51). Para más tarde añadir: “Por todo esto, no imagino una técnica de Grupo, y menos de Grupo de niños, sino una constante investigación de formas de realizar la tarea e ir hacia los objetivos. En realidad cada terapeuta tiene que “inventar” la técnica para cada Grupo que realiza, según las características de éste (1996:51). En este mismo capítulo, recomiendo lo que aparece en las páginas 55 y 56. Un resumen breve, excelente, de los elementos en los que se fundamenta el trabajo de un conductor de grupo (que ella lo llama terapeuta). Y en e este mismo capítulo, incluye un trabajo de su hija Núria Beà con niños de edades entre los 3 y los 5 años. Otra joya.

 

Otro de los capítulos que llama poderosamente la atención es el dedicado a los padres. Y si bien el capítulo me ha causado una honda impresión, una frase en él me recuerda algo en lo que cada vez he estado más de acuerdo: “es importante diferenciar cuando los padres evocan su infancia en el proceso de comprender a sus hijos, de cuando la evocan como una demanda de atención para ellos mismos, con la queja de que sus aspectos infantiles no fueron suficientemente cuidados y, a veces, incluso, sintiendo injusto que sus hijos reciban más de lo que ellos recibieron (1996:139).

 

El libro, que bebe de fuentes básicamente francesas pero que tiene también influencias anglosajonas entre las que podemos ver dos referencias al trabajo de Foulkes, es una obra de arte que recomiendo para todos aquellos que quieran acercarse al trabajo en el mundo infantil. Quizás, para señalar un algo que encontré en falta y para que no se piense que sólo el entusiasmo me guía en esta recensión – devolución- del regalo que se me hizo, el único punto que parece quedar más opaco, es el de la relación que puede tener cada niño, o cada padre con el grupo como objeto externo, complementario a las relaciones que se tienen consigo mismos, con los demás miembros del grupo, con las personas que están más allá del grupo y con el conductor. Pero ello no desluce ni un ápice el interés que me despertó esta obra. Y que sigo recomendando vivamente.

 

A la Dra. Eulàlia Torras de Beà, muchas gracias por la aportación de su experiencia con niños y padres a la literatura de psicoterapia de grupo.

 

Dr. Sunyer