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A raíz de la puesta en marcha de un grupo de psicoanálisis multi- familiar en un hospital psiquiátrico el artículo reflexiona sobre el papel del grupo como espacio transicional. Se trata de explorar cómo la especificidad del clima y la coordinación del grupo multifamiliar permiten un espacio de juego. Un espacio también escénico donde poder recomponer y redesarrollar aspectos que quedaron aislados del sujeto al que no se le permitió ser. Un proceso de mente ampliada que puede sostener al mismo tiempo la subjetividad y el reconocimiento del mundo exterior, que permite la superposición de realidades de manera asumible. Se abre un área intermedia de experiencia donde pacientes, familias y cuidadores tienen la oportunidad de transformar sus vínculos en un ambiente que viven de manera excepcional como confiable. Allá donde el sujeto estaba destinado a la estereotipia y la doble alienación del hospital se abre un espacio donde la institución entera se pone en movimiento y en tratamiento, destrabando relaciones de interdependencia. Un proceso en el que el otro (en nosotros) deja de escribir la historia propia y nos permite vivirla fuera de un destino trágico.
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