TAKING THE GROUP SERIOUSLY. TOWARDS A POST-FOULKESIAN GROUP ANALYTIC THEORY

Libros que ayudan a pensar

 

Dalal, F. (2000). Taking the Group Seriously. Towards a Post-Foulkesian Group Analytic Theory. Londres: J. K. P.

 

Este texto, editado por vez primera en 1998 y del que se han hecho va- rias reediciones, supone no tanto una nueva aportación conceptual a la teo- ría y práctica del grupoanálisis, como las realizadas por Nitsun, Hopper, Ormond, cuanto la propuesta de una visión totalmente novedosa a partir de las ideas de Foulkes. En efecto, la visión que se ha tenido y se tiene res- pecto del grupoanálisis es la de una forma de intervención psicoterapéutica grupal a caballo de lo que en su momento pudieron representar los inicia- dores del psicoanálisis en grupo, Wolf y Schwartz, las aportaciones verda- deramente novedosas de Slavson y el posicionamiento más extremo de Bion y sus seguidores. Algo así como una combinación de aspectos de la teoría psicoanalítica desde sus diversas corrientes (freudiana, kleiniana, psicoa- nálisis existencial, psicoanálisis relacional, etc.) y de aportaciones de la psi- cología social y de la psicología de grupos, así como de algunos elementos aportados desde Pichon-Rivière (ver volumen I y II de esta revista). Por el contrario, el texto de Dalal nos lleva a un análisis pormenorizado de lo que propuso S. H. Foulkes que no fue sino un deseo de aunar su base concep- tual psicoanalítica de orientación fundamentalmente freudiana con las apor- taciones provenientes no tanto de la Escuela de Fráncfort cuanto las más específicas de Norbert Elias, figura que ejerció una notabilísima influencia en los primeros tiempos del grupoanálisis.

 

Sabido es que Foulkes no desplegó un amplio marco conceptual, si bien en sus propuestas se encuentran formulaciones que nos llevan a una recon- ceptualización del individuo y de la sociedad de la que forma parte inexo- rablemente. La propia idea de «matriz» (ver volumen 2(1) de esta revista) nos obliga a un replanteamiento no solo del grupo y del individuo, sino del concepto de psicopatología en general; y, a partir de ahí, sería necesaria una revisión profunda de la comprensión grupoanalítica, deslindándola de las aplicaciones o de las lecturas psicoanalíticas a la vida de los grupos.

 

La obra, de 239 páginas, está dividida en seis capítulos, a los que les acompaña una extensa bibliografía y un par de índices, el temático y el de autores. Escrito en un inglés de fácil comprensión y con un tipo de letra que permite una cómoda lectura, este texto busca «sentar fundamentalmente las bases filosóficas y metafísicas de la teoría grupoanalítica» (:13) más que ahondar en los aspectos psicológicos y técnicos de lo grupal o incluso en la misma práctica clínica. Esta sería, posiblemente, la principal crítica a ha- cerle. En efecto, el acento que pone Dalal en los elementos metapsicológi- cos y filosóficos nos obliga a tomarnos un tiempo para poder pensar realmente qué es eso del grupoanálisis y qué representa en tanto que nueva propuesta de comprensión del individuo, de su psicopatología y el desplie- gue de elementos técnicos con los que desarrollar una práctica clínica y so- cial; pero no abre (aunque sí insinúa) caminos que faciliten una comprensión de la psicopatología de esta nueva propuesta de pensamiento ni tampoco aporta elementos técnicos para el día a día.

 

El primer capítulo comienza por Freud. Quizá una de las primeras cues- tiones con las que Dalal nos obliga a enfrentarnos es el grado de prioridad que damos a la proyección sobre la introyección o viceversa. Es decir, sa- biendo que no hay una posición firme y extremista, el acento que se ponga en un mecanismo o en otro como elementos centrales en el desarrollo del or- ganismo humano nos conduce a priorizar lo instintivo sobre lo cultural o viceversa. En este punto es rotundo: Foulkes, como Freud, prioriza la in- troyección frente la proyección. Esa dicotomía, en opinión de Dalal, genera debates que con frecuencia son inapropiados, ya que un aspecto trata de pre- valecer sobre el otro, quizá por las dificultades que tenemos en nuestro sis- tema de pensamiento (lenguaje y pensamiento forman aquí una unidad junto al conocimiento) que no se maneja bien con la interacción figura-fondo pro- puesta por la escuela de Fráncfort. Ello hace que la pregunta sobre si Freud era más culturalista o nativista sea realmente difícil de contestar, sobre todo cuando sabemos que para Freud había un conflicto entre los elementos ins- tintivos y los culturales, lo que es entendido por Dalal como que también para Foulkes se planteaba ese conflicto. Ello lleva a considerar que quizá el esquema freudiano no es un modelo lineal sino dialéctico entre un mundo interno y otro externo: es decir, el individuo como punto de encuentro entre los elementos biológicos propios de su naturaleza y los culturales o socia- les derivados de ella misma. Ello le lleva a señalar que «hay dos espinas en el esquema freudiano. El primero, que el individuo es un compromiso, ya que se entiende que viene estructurado a partir de un conflicto entre las de- mandas de la naturaleza y las del contexto, esto es, biología y sociedad. Y el segundo, que las cosas se complican ya que la estructura psicológica del individuo y de la propia sociedad son entendidos como el resultado del des- arrollo de un conflicto entre dos instintos biológicos (eros y tánatos) y que se considera que está en el propio individuo» (2000:19). A partir de ahí, hace un repaso bastante completo, aunque limitado por el espacio del que dispone, de la teoría psicoanalítica de Freud, incidiendo en la naturaleza de los instintos, en la visión de la agresión, en el desarrollo de las estructuras psíquicas (ello,yo y superyó), los mecanismos defensivos y la estructura- ción edípica, para acabar centrándose en dos aspectos fundamentales: la he- rencia filogenética y la visión que tenía sobre lo grupal.

 

El segundo capítulo se centra en Foulkes. Aquí comienza un recorrido hacia terrenos complejos y que, en cierto modo, nos llevan a visualizar dos aspectos en Foulkes, dos caras que en algunos momentos son contradicto- rias entre sí, lo que nos permite confirmar la gran dificultad que tuvo que afrontar dadas sus propias condiciones personales: vivir en un país extran- jero y con las exigencias que provenían de los círculos psicoanalíticos en- vueltos en la primacía del modelo más freudiano frente al kleiniano. De esa forma emergen dos Foulkes, uno de ellos ligado y muy vinculado con sus conocimientos como psicoanalista y al contexto psicoanalítico freudiano en el que se mueve, y al que Dalal bautiza de «ortodoxo» y otro que se mueve libremente fuera del marco psicoanalítico a partir de su propia experiencia y de la gran influencia de Norbert Elias, la Gestalt y la escuela psicosocial de Fráncfort, que es donde radica el, llamado por Dalal, Foulkes radical: «el que subraya aquellos aspectos de su pensamiento que tratan de liberarse del individualismo» (:77). Ello hace que el autor realice un pormenorizado estudio de toda su obra para ir deslindando unos aspectos de los otros, tra- tando de superar algunas de las contradicciones que aparecen en su obra. Lo que obliga a revisar conceptos como lo «social», «instinto social» o «rela- ciones sociales», observándose que en algunos aspectos los desarrollos te- óricos quedan enunciados pero no desarrollados. En opinión de Dalal, lo que va emergiendo es una modificación del marco freudiano en el que se mueve, sobre todo a partir del momento en el que queda clara la idea de que el individuo queda impregnado por lo social hasta el extremo de que las tres instancias psíquicas descritas por Freud vienen determinadas y penetradas constantemente por lo social. Incluso el inconsciente que deja de ser indi- vidual para ser total y absolutamente social: «La estructura y el contenido de la psique están profundamente determinados por la experiencia y no por la herencia» (:49), para acabar señalando que para él, para Foulkes, el in- consciente social representa la base de la psique, tanto en sus aspectos con- tinentes como en los contenedores y articulados mediante el lenguaje. A partir de ahí Dalal entra en conceptos como la comunicación, la enfermedad como la localización de la distorsión comunicativa o la matriz para llevarnos a una síntesis del pensamiento de Foulkes descrito en once puntos, y fi- nalizar el capítulo con aspectos de la aplicación de la teoría.

 

El tercer capítulo es un paso intermedio antes de entrar en las aporta- ciones de N. Elias. En este capítulo hace un breve repaso de las aportacio- nes de M. Klein, Winnicott y Firbairn para introducirnos brevísimamente en la importancia que para Norbert Elias tuvo el lenguaje. A partir de ahí nos presenta una visión del estructuralismo y del postestructuralismo que nos ayudará a entrar en el cuarto capítulo, dedicado enteramente a la figura de este sociólogo (ver volumen 1(2) de esta revista).

 

La introducción a la obra de Elias supone recordarnos que este soció- logo toma mucho más en serio que el propio Foulkes la falacia de la divi- sión individuo-sociedad o individuo-grupo. En mi opinión, este capítulo es central en el texto que estamos describiendo. De entrada nos plantea una síntesis de la teoría del símbolo de Elias, que puede resumirse en: 1) habla, pensamiento y conocimiento son formas de la misma entidad, el símbolo; 2) su ubicación no se encuentra ni dentro ni fuera de los sujetos, rompiendo la dicotomía interno/externo a la que se está habituado; 3) el símbolo se forja a partir de la actividad social y de las relaciones de poder; 4) su forma determina cómo uno ve el mundo, cómo se ve a sí mismo, y a cómo son sus relaciones y sus experiencias; 5) al ser creado por la actividad social, se ga- rantiza su constante recreación en tanto que se crea creándose, siendo un estado en constante transformación.

 

A partir de ahí y en este mismo capítulo aborda conceptos como la fi- guración (o configuración), idea vinculada con la de interdependencia. Ahí aparece una diferenciación entre la idea de Elias y la de Foulkes, ya que el primero incorpora el poder, cosa que no hace el segundo. Las relaciones de poder son otro apartado dentro del capítulo por el que podemos entenderlas como las fuerzas de gravedad a las que estamos sometidos, solo que en este caso, son fuerzas que provienen de los demás individuos que nos rodean, condicionándonos y al tiempo constituyéndonos como tales. Tras este apar- tado, entra en la descripción más detallada de la teoría del símbolo, descri- biendo el proceso civilizatorio, qué es el conocimiento y cómo ese conocimiento es un fenómeno social, la estructura tripartita del propio sím- bolo (lenguaje, pensamiento, conocimiento), la génesis y límites del pensa- miento, y cómo el lenguaje es el puente entre lo social y lo biológico. Le siguen otros apartados no menores que hacen del conjunto del cuarto capí- tulo un elemento clave para la comprensión de los aspectos radicales de Foulkes.

 

El quinto capítulo lo dedica enteramente a la biología para poder en- contrar aliados desde una particular lectura de la teoría genética, la teoría del juego y la teoría de la evolución. Es un capítulo denso, complejo y un tanto confuso, y requiere una lectura bastante pormenorizada. Pero es en el sexto y último apartado del libro donde se dibujan los «elementos para una teoría grupoanalítica postfoulkesiana». La idea de partida es que «para tomar el grupo de forma seria es inevitable tomar seriamente lo social» (:159), lo que conlleva asumir que la cultura se sitúa fuera y posteriormente queda in- teriorizada de forma que ese magma en el que nos hacemos, nos hace al tiempo que contribuimos a hacerlo. Eso nos lleva a pensar en lo que sucede entre las personas no tanto desde cómo lo plantean las teorías relacionales sino desde el reconocimiento de que lo social está permanentemente pre- sente. Es decir, siempre hay algo previo a lo que sucede entre dos personas y que tiene que ver con el contexto, con el lenguaje y los procesos de poder e interdependencia. Para desarrollar esa idea comienza con la idea de per- tenencia, sustentándose en la de que un individuo no existe de forma aislada, como tampoco puede existir un grupo fuera del contexto de otros grupos o fuera de lo social.

 

Tras deconstruir el concepto de pertenencia, Dalal nos introduce en la teoría del pensamiento de Matte-Blanco, con sus dos formas de pensa- miento, el simétrico y el asimétrico, formas similares a las ya descritas por Freud respecto a los procesos primario y secundario. Ahí, Dalal nos con- duce al pensamiento de Bion y a la teoría de la región protomental. En efecto, la lectura del texto nos descubre muchos paralelismos entre el pen- samiento simétrico de Matte-Blanco y el de los supuestos básicos, ayudán- donos a comprender que la esencia de las cosas, proviene de tres realidades complementarias, las propiedades de la cosa, las del contexto y las de la forma de verla, volviendo a replantear la idea de pertenencia y a la crisis de identidad.

 

Mediante esta forma de entender tanto los procesos primarios del pen- samiento (en su forma de simetría) como los secundarios (en su forma de asimetría), podemos acceder de nuevo a la idea de identidad, a sus crisis como algo vinculado a las modificaciones de las propiedades que se utili- zan para la organización y comprensión de las cosas. Dalal enfatiza mucho los aspectos de la identidad y nos descubre cómo Foulkes puso más acento en la necesidad de pertenencia del ser humano (lo que, en cierto modo, le acerca a Fairbairn) que en la basada en la teoría instintiva de Freud y en la constante búsqueda de su satisfacción. Esa necesidad de pertenencia queda vinculada con los aspectos del poder; el poder que todo ser humano ejerce sobre el otro y que viene a representar, en el esquema radical de Foulkes, el componente que explica las figuraciones humanas expresadas, organizadas y mantenidas mediante todos los mecanismos de comunicación de entre los que el lenguaje es su máxima y más refinada expresión.

 

El capítulo, cuyo resumen excede los límites de este texto, ahonda en diversos aspectos y nos lleva a las ocho pautas que nos sirven para com- prender la noción de inconsciente social. Tras ellas, Dalal se adentra en el concepto de transmisión cultural y de cohesión. En un esfuerzo por sinteti- zar la teoría del símbolo de Elias de forma que nos pueda ser útil en el te- rreno de la terapia grupal, Dalal recoge hasta dieciocho puntos que quedan implícitos en los aspectos radicales de Foulkes: 1) la primacía del incons- ciente social sobre lo instintivo, 2) la prioridad de la multiplicidad sobre la unidad, 3) el cuestionamiento de la identidad como algo estable, espacio se- guro, 4) el conocimiento de los mecanismos por los que se instaura la ilu- sión del individuo como centro del universo, 5) la centralidad de las relaciones de poder y cómo estas repercuten en la constitución del indivi- duo y los grupos, 6) la importancia del campo comunicativo, 7) la idea de que el orden y el caos son dos expresiones del movimiento vital, 8) la im- portancia de las configuraciones y las interdependencias que derivan de ellas, 9) la constatación de cómo algunas estructuras como la mente, el pen- samiento o el superyó, que se atribuían a elementos internos, son en reali- dad propiedades del grupo, 10) el desarrollo de una nueva forma de entender el inconsciente, 11) el poder que nace de nombrar las cosas, 12) la con- cienciación de que el yo es siempre el nosotros, 13) el error de negar la im- portancia de lo externo al individuo o al grupo, 14) la consideración de que siempre y desde el primer momento estamos en lo social, 15) que los ele- mentos jerárquicos de las relaciones informan acerca de la estructura de la psique y 16) que no existen nociones universales o absolutas.

 

En resumen, creo que es un texto de obligada lectura y estudio dete- nido para quienes deseen comenzar a ahondar en una conceptualización de lo grupoanalítico en la que la alternancia individuo-grupo no es solo la al- ternancia figura-fondo que ya fue descubierta por la psicología de la forma y la Gestalt, sino una nueva (y vieja) forma de pensar en el ser humano y en sus diversas expresiones psicopatológicas y normogénicas. Y también la po- sibilidad de pensarnos en esta relación con el paciente y con los demás que dé pie a otras maneras de entendernos.