Mecanismos de defensa
Señalaba antes que entre los fenómenos que se dan en las relaciones interpersonales había dos componentes, uno era el transferencial y el otro era el de los mecanismos de defensa. Como bien sabéis, los mecanismos de defensa tienen como objetivo amortiguar o paliar la ansiedad que se nos despierta ante una situación determinada. Y, como no hay sitio suficiente para hablar de todos ellos, me ceñiré a tres: la identificación, la proyección y la identificación proyectiva.
Por identificación entendemos aquel mecanismo por el que nos hacemos semejantes al otro mediante el proceso de hacer propio aquellas características del otro, su significado y carga afectiva que nos resultan altamente significativas y valorables. Dicho de otra manera, nos identificamos, por ejemplo, con el gesto de mi profesor que para uno tuvo un alto nivel significativo. Y eso lo hacemos porque al hacerlo nuestro sentimos que algo del otro ya es propio y nos hemos transformados un poco en él. Si habéis visto la película El cisne negro, hay un momento en el que la protagonista roba unos objetos de la que fue en su momento el cisne negro ya que cree que al hacerlos suyos, eso le facilitará alcanzar el nivel que ansía. Eso es, materializar la identificación. Cuando se le pide a Guardiola un autógrafo, ese autógrafo tiene un valor particular para uno: tiene algo del otro en su agenda o libro de autógrafos. O en el balón, da igual. Al hacerse igual al otro se mantiene la fantasía de que alguna de sus propiedades pasan a ser de uno. A los enamorados les pasa: uno guarda aquella cosa que es de ella no solo por el recuerdo sino por el elemento mágico que le atribuimos al objeto.
Por proyección entendemos el proceso mediante el que adjudico, atribuyo al otro aquellas cosas que uno no puede aceptar como propias. Se las adjudica con toda la carga simbólica, afectiva y representativa que tienen esas cosas. Por ejemplo, en las parejas, en los matrimonios, no es difícil que se den situaciones en las que uno le reprocha al otro determinadas cosas. Ese reproche en realidad es un señalar cosas que al primero le parecen intolerables para uno mismo. Evidentemente que el otro, el reprochado, algo debe tener para facilitar la proyección ya que de lo contrario no se puede dar. Pero posiblemente (suele ser así), el tamaño de lo reprochado es bastante superior a lo que realmente tiene el otro para recibir tal reproche. Los niños en ocasiones dicen “mierda para tu boca” cuando tratan de expulsar lo que el otro les indica: es decir, lo que me dices es mierda y por lo tanto quédatela. Mediante este mecanismo marcamos distancias, nos separamos del otro. El fenómeno se ve con frecuencia en situaciones de circulación: la culpa la tuvo el otro.
Con estos dos mecanismos paliamos la ansiedad que sentimos al vernos diferentes o semejantes. Pero, ¿qué pasa cuando los dos fenómenos van parejos? Aparece la identificación proyectiva. Por tal lo que realizo es una operación mental por la que tras adjudicar lo negativo que no puedo tolerar en mí al otro (proyecto), me identifico con lo proyectado (Identificación), por lo que la vivencia se me torna intolerable. En estas circunstancias la intensidad de la reacción afectiva que emerge es muy alta, altísima. En la película del Cisne Negro ya comentada, la protagonista (Cisne blanco) no puede tolerar lo que el Cisne Negro le muestra o representa y, en muchas situaciones de la película, la agrede. Esa agresión representa la respuesta ante la imposibilidad de asumir que ella, el cisne blanco, también tiene cosas de cisne negro.
Pues bien, todos estos fenómenos afectan a la identidad. Y especialmente en un grupo ya que ante nuestros ojos se nos hacen visibles cosas que cuestionan constantemente nuestra identidad personal. Trátese de un grupo diseñado para atender a determinados pacientes, trátese del grupo representado por un Consistorio que no puede tolerar aspectos que determinados pacientes, (usuarios, como os gusta llamarlos) les muestran con su queja y sufrimiento. Incluso hasta el propio término usuario. AL llamarlos así, eliminamos de un plumazo algo que está en la base de todos aquellos a los que atendéis: la base del tremendo sufrimiento con el que acuden a pedir ayuda. Porque, por si no lo tenemos en mente, paciente no viene de tener paciencia, sino de padecer. Paciente es el que padece. Usuario es el que usa de, cliente es el que compra algo.
Y os voy a dejar porque ya es muy tarde y me toca retirarme.
Espero que disculpéis el retraso en estas líneas. Hasta dentro de unas pocas horas.
Dr. Sunyer
Los comentarios se refieren a las sesiones que he realizado con los profesionales que han acudido al curso que organizó la Diputación de Barcelona.