La ansiedad
Decía que todas y cada una de las experiencias que tengo con lo que me rodea (en especial con las personas que me rodean) y conmigo mismo quedan registradas en un triplete de elementos. La elaboración de este triplete me va a ir asegurando un tipo de relación y de vínculo con lo que me rodea (en particular las personas) y conmigo mismo. Lo habitual (por no decir lo normal ya que esta palabra tiene connotaciones que no siempre facilitan la comprensión) es que la experiencia afectiva determine la relación que tengo con lo sucedido. Cuando esa experiencia me genera una pequeña ansiedad, levemente soportable, para que pueda seguir viviendo con cierta normalidad uno de los recursos puede ser evitar esas situaciones que me resultan desagradables. Esa evitación que todos tenemos ante diversas cosas (esta comida no me gusta, o no me resulta agradable ir ahí, o…) toma cuerpo y, en la medida en que la reacción activada no suponga un problema mayor, ahí voy con ella con tranquilidad. De hecho todos nosotros tenemos esas cosas y no por ello dejamos de ir por la vida más o menos bien. Si su importancia aumenta pueden comenzar a aparecer comportamientos que los clínicos denominamos “fóbicos”. Es decir, las fobias son una reacción puntual o más o menos extendida o incluso extendidísima, ante determinadas situaciones que nos generan un malestar insoportable. Y evidentemente dependerá de lo incapacitante de esa reacción para que precise de la ayuda de un profesional o no.
En otras circunstancias lo que hacemos ante la dificultad de integrar es desarrollar mecanismos de control de las posibles situaciones angustiantes. De esta forma en unos casos podemos decir que somos muy ordenados, que somos meticulosos, que somos escrupulosos, que… hasta comenzar a desarrollar mecanismos más complejos de control que nos lleven a lo que los clínicos llamamos cuadros obsesivos. Y que pueden ser graves, gravísimos, y que su gravedad proviene de cuánto interfiere esos cuadros en el vivir normal de cada quien.
Cuando estas defensas o formas de superar la ansiedad que nos generan las cosas del vivir no son suficientes los cuadros que comienzan a aparecer salen del terreno de lo neurótico (que es el que en principio se ubicarían las alteraciones anteriores) y nos meteríamos en terrenos más psicóticos. Estos terrenos hablan de niveles muy altos de ansiedad ante los que el sujeto desarrolla una serie de mecanismos mentales para tratar de aminorarla. Pero ello no significa que veamos a alguien sudoroso, o con taquicardias de ansiedad…, no. Dicha ansiedad puede estar ahí, medio oculta y sólo se manifiesta por estas alteraciones que a muchos sorprende y a otros asusta: alucinaciones, delirios…
Ahora bien, todas estas cosas de las que he venido hablando son formas en cierto modo sanas de adaptación del individuo ante amenazas que percibe como terribles y que no puede capear de otra forma. Y son siempre reacciones que pasan por la mentalización, es decir, por procesos de elaboración más o menos afortunados que tratan de encajar sucesos reales o imaginados de gran importancia para el individuo. Pero no siempre eso es así. Hay situaciones en las que nuestro aparato psíquico no es capaz de poner la maquinaria elaboradora en marcha.
¿Qué sucede cuando andamos con nuestro ordenador y éste, ante el agobio que le produce un exceso de presión por nuestra parte que queremos que nos haga más cosas en menos tiempo, comienza a bloquearse, las teclas no responden, nosotros seguimos insistiendo y de pronto aparece aquello de “este programa no responde”? Pues que lo pasamos fatal porque ese ordenador se ha bloqueado. Pues bien, en ocasiones nuestro aparato mental se bloquea. Cuando el aparato mental no puede elaborar de ninguna forma hechos que para el individuo son muy significativos, la tensión se desplaza hacia el cuerpo y aparecen los cuadros de enfermedad somática: fibromialgias, cánceres, problemas hepáticos, etc. Eso es: el cuerpo somatiza la tensión excesiva que no pudo elaborar en su momento. Que se somatice no significa que la enfermedad sea imaginaria. En absoluto. El malestar de la persona que tiene una fibromialgia, una cefalea, una alopecia, un cáncer…, ese malestar es real, tangible. Lo demuestra todo tipo de estudio. Lo mide, lo fotografía… Es real como la vida misma. Pero esa realidad no oculta la otra: la existencia de momentos críticos en la vida de esa persona que han activado procesos internos, desequilibrios encimáticos, proteínicos…, cuya consecuencia es esa enfermedad que vemos ante nosotros.
En otro orden de cosas pero siguiendo la misma senda encontramos todos los desórdenes con los que os encontráis a diario: desmembramientos familiares, desarraigos, migraciones, pérdidas de empleo… que son realidades sociales que generan y vienen generadas por alteraciones psicológicas profundas. En muchas ocasiones las personas a las que atendéis no son las generadoras directas de la situación precaria ya que el origen está en otras personas que han ido generando esa enfermedad que ya tiene carácter colectivo. Pero en otras no es tan así.
Pues bien, ¿y ante todo eso qué hacemos? Atenderlas. Atenderlas para que puedan desarrollar recursos (que en realidad ya tienen pero no lo saben) que les permita superar la situación estresante, patológica, en la que viven. Y para realizar esta atención establecéis una relación a través de la que tratáis de introducir modificaciones. ¿Cómo? Por lo general, hablando. Porque en este hablar lo que estáis intentando hacer es activar procesos de elaboración mental. Procesos que en principio se dan porque vosotros, cual baterías suplementarias, aportáis esa “energía” con la esperanza de que se pongan en marcha esos mecanismos que el otro tiene. Es decir, tratáis de activar procesos de metabolización que permitan que puedan integrar alguno de los hechos que han determinado su vida. Porque si se activa esta metabolización, los procesos vitales que les llevan a una patología social o incluso somática, puedan ser ubicados en terrenos más sanos que son los primeros de los que hablé.
Pues bien, cuando esto lo hacemos en situación grupal lo que observamos es que ese grupo entonces se convierte en un espacio mental de elaboración de los procesos patológicos y patogénicos en los que esas personas se han instalado. Habéis convertido el espacio grupal en espacio mental de elaboración de sus situaciones personales. Esto pues es el grupo.
Dr. Sunyer
Marzo 2011
Los comentarios se refieren a las sesiones que he realizado con los profesionales que han acudido al curso que organizó la Diputación de Barcelona.