82) Bien, veo que vamos progresando. Cuento ya con unas personas a las que he entrevistado, algunas son pacientes que había visto antes, otras han sido tres derivaciones de compañeros. Son personas con las que creo que me voy a sentir cómoda trabajando. Creo que son candidatas aceptables para una psicoterapia de grupo, y había considerado la posibilidad de tener una experiencia limitada en el tiempo, algo así como un curso académico. ¿Cómo podría empezar?
De entrada, si tienes claro el lugar en el que vas a trabajar y su estabilidad, si ya les has comentado algo a los pacientes y ya tienes decidida la hora y el día en el que se puede realizar el grupo, convócalos. Concreta con ellos el día en que va a empezar el grupo, y adelante. A partir de este momento vamos a ir viendo qué cosas aparecen, qué elementos pueden irte enseñando en este arte de la psicoterapia grupoanalítica. Y cuenta conmigo a modo de compañero que está a tu lado en este proceso. A ver qué tal nos va.
Empezar con un grupo limitando nuestro compromiso temporal con ellos es una medida prudente. El plazo de un curso académico es oportuno ya que tengo la impresión de que normalmente nos regimos más por los períodos académicos que por los años naturales. Cierto que las vacaciones de verano se han acortado mucho pero aún así el período comprendido entre finales de Junio y mediados de Septiembre es de baja asistencia; comporta muchas interrupciones. También hay que considerar las fiestas navideñas y las del período de Semana Santa. Ante todas estas circunstancias, parece adecuado iniciar los grupos en momentos en los que no aparezcan en el horizonte fechas vacacionales importantes. Por lo general solemos utilizarlas para, de forma sutil, abandonar tratamientos, casi como «por olvido»y si el grupo no ha acabado de cuajar hay más posibilidades de que te encuentres con pocas personas tras las vacaciones que si éstas no interrumpen el trabajo tan prontamente.
Ante la nueva situación, Grotjahn, M., (1979) nos recuerda que una de las tareas que le resultan más difíciles al terapeuta es la puesta en marcha de un nuevo grupo. Es cosa mucho más difícil que ubicar a un nuevo miembro en un grupo de apertura lenta existente (:67). Y esto lo es para todos, para los pacientes convocados y para ti. Hay una serie de ansiedades que tienen suficiente entidad como para que durante los días previos puedas encontrarte con que alteran tu ritmo del sueño, o que te sientes como tensa… ¿Cómo serán las personas con las que me encontraré? ¿Cómo va a ser la primera y siguientes sesiones? Estos son tan sólo dos, por indicar algunos, de los pensamientos que nos vienen a la mente ante una experiencia así. Y cada uno de los componentes, unos de forma más consciente y otros de manera más callada, van organizándose bien a través de la negación de la evidencia del inicio (yo no he pensado nada, en realidad no me he acordado hasta hoy mismo), o desplazando la tensión sobre otros temas (esta semana ha sido fatal, me he enfadado con mi hijo y en el trabajo también he tenido problemas), o buscando una sublimación de la propia ansiedad (esta semana ha sido diferente, he empezado a ayudar a mi mujer en cosas de casa), o racionalizándola (he consultado a través de Internet y me he enterado que esta es una forma de tratamiento muy en boga en los Estados Unidos y con alto nivel de fiabilidad)… En realidad, todos estos movimientos y otros muchos, hablan de las tensiones que despierta la pronta puesta en marcha del grupo. En algunos casos, y esto posiblemente también te ha podido pasar a ti, hay como una serie de mecanismos anticipatorios como el imaginarse en el grupo, iniciándolo, buscando formas de abrir la sesión…
Parecería que lo más fácil, lo más normal, que es el hecho de encontrarse con una serie de personas se convierta en algo difícil, complejo, complicado. Y sin restarle importancia, lo real es que a una hora determinada vas a tener que parar tus actividades habituales, preparar la sala, ver que las sillas están dispuestas más o menos en círculo, y esperar a que llegue el momento. En general, lo más adecuado es que los pacientes aguarden en la sala de espera, si es que la hubiere. Y si puedes, date la oportunidad de ver cómo están, cómo se han sentado, cuál es la actitud corporal que adoptan, ver si todos llegan antes de la hora o justo en el momento de empezar… Si puedes hacer esto, dispondrás de una fuente de datos importante respecto a cómo están ante el inicio del tratamiento grupal. En otros casos puede ser que no haya una sala de espera o que hayas decidido que entren directamente en la de grupos. Ahí la radiografía es mucho más límpida ya que, evidentemente, todos los que ahí están saben que forman parte del grupo que se inicia. ¿Cómo y en dónde se han sentado? ¿Hablan entre sí o están en silencio? ¿Llegaron todos o alguien es el rezagado? ¿Hubo alguien que llegó desmesuradamente antes? Todos estos datos son indicativos de los niveles de ansiedad y de cómo los manejan. Fíjate que no es lo mismo estar junto a la puerta que estar sentado frente a ella, dominando la entrada en la sala. Si dejaste las sillas formando un círculo perfecto, ¿Alguien movió la silla retrasándola o adelantándola? ¿Alguien se conoce entre sí? Recuerdo mi primer grupo como conductor y como en aquel momento estaba en una posición muy «ortodoxa», y queriéndolo hacer «súper bien», me puse de un rígido y de un defensivo… que, ahora, más de treinta años después, no dejo de sonrojarme. Me coloqué en la puerta para darles la bienvenida a cada uno de los que entraban en la sala. Creo que había una fuerte impregnación de mi experiencia de análisis individual.
Dice Portuondo, J. L., (1972): al iniciar la sesión solemos decir a los pacientes que traten de ser espontáneos, que la autoridad está en lo que opina el grupo y no mi persona, y luego nos callamos (…) también al principio del tratamiento, algunas veces damos al final de ciertas sesiones algún tipo de ánimo al grupo. (…) muy raras veces, siempre en las primeras semanas, tendemos a hacer algunas pocas y breves aclaraciones e instrucciones para la mejor marcha del grupo. (: 87) Es una forma de empezar, claro. Y creo que depende muchísimo no sólo del contexto en el que trabajas, sino del tipo de personas con las que te estás encontrando, de tu edad, experiencia y, sobre todo, de tu forma de ser. Y, en la cita de este autor, la posición que ocupa respecto al grupo. Cada día estoy más convencido de que lo más importante es que te sientas cómoda, que te desenvuelvas de la forma más cercana a tu manera habitual de ser. Toda impostura, todo falseamiento en la manera de trabajar va a ser detectado por los pacientes quienes, desde el mismo momento en el que entras en la sala, van a iniciar un proceso de análisis de tus actitudes, comportamientos, ideas, expresiones, silencios y conductas no verbales. Por esta razón creo que en la medida en la que puedas ser espontánea, mejor.
Ante esta situación, entra, busca la silla que te han dejado libre (se supone que ha venido todo el mundo), siéntate y permítete estar unos segundos ahí sin decir nada especial. ¿Qué tal si les miras? ¿Les sonríes o les miras con cara grave? ¡Relájate! No pasa nada. Dales la bienvenida y de forma coloquial, de forma amistosa, pregúntales sin esperar respuesta que qué tal, que cómo están. Y a poco recuérdales lo que en otra pregunta anterior ya te dije, las normas de funcionamiento, lo que se pretende, etc. Pero no te pases. Ya hay bastante susto como para leer la constitución en estos momentos. Cuatro frases que recuerden el trabajo a realizar; pero sobre todo, relajo. Y ya está. Ahora relájate y espera.